Pero no para que indulte a Alberto Fujimori. Tampoco lo hice porque me pareciese un candidato de lujo o un político fuera de serie, ojo. No. Yo voté por PPK porque, como muchos peruanos, lo consideré el mal menor. Y porque en las pasadas elecciones se constituyó, de pronto, como el tapón que podía frenar la amenaza fujimorista, esa amalgama naranja que detesta la libertad, las voces disidentes y se refocila en el abuso de poder.

 

Por eso voté por PPK. Para cerrarle el paso a los enemigos de la seguridad jurídica, a los mal dispuestos al respeto y fortalecimiento del Estado de Derecho y de las instituciones fundamentales, a los antagonistas del equilibrio de poderes y la alternancia en el poder. Por eso voté por PPK. Para impedir el triunfo de los atropelladores sistemáticos de la democracia y de los áulicos de aquel que apeló al chantaje como discurso político e hizo de la corrupción y el crimen su estilo de gobierno.

 

Por eso voté por PPK. Para evitar la liberación de Alberto Fujimori, ya sea a través del indulto o del perdón o de la conmutación de la pena, como siempre ambicionó la candidata Keiko Fujimori y sus huestes. Pretendiendo hacer un borrón y cuenta nueva, una tabla rasa, volteando la página de la ignominia, como si no hubiese pasado nada, y como quien sufre un repentino ataque deamnesia. Por eso voté por PPK. Para que eso no suceda.

 

No obstante, ahora nos enteramos de que estamos ad portas del escenario más indeseable. Porque a ver. Resulta que tres médicos, que no sabemos quiénes son, van a determinar que, si la depresión del autócrata es crónica o si sus dolencias se han convertido en achaques reincidentes, entonces lo mejor sería que lo dejen en libertad, pues va a ser lo mejor para su salud. Porque pobrecito, pues. Ya está viejito. Y arrugado.

 

¿Y la impecable sentencia que lo condena a veinticinco años por sus fechorías? ¿Qué? ¿Hacemos un cucurucho con ella? ¿Y el proceso que tiene abierto por las matanzas en Pativilca, el cual ha sido recordado por Alberto Vergara en el New York Times? ¿Qué? ¿Le van a otorgar un indulto que incluya las sentencias futuras?

 

Fujimori no debe ser indultado.

 

Por lo demás, como ha recordado Mario Vargas Llosa en El País y en estas páginas: “(Fujimori) no ha manifestado jamás arrepentimiento alguno por los asesinatos, secuestros y torturas que ordenó y que se perpetraron durante su dictadura, y tampoco ha devuelto un solo centavo de los varios miles de millones de dólares que sacó al extranjero de manera delictuosa durante su gobierno (…) Su liberación sería un acto ilegal flagrante (…) No solo sería una ilegalidad; también, una traición a los electores que lo llevamos al poder y a las familias de las víctimas de los asesinatos y desapariciones, a quienes prometió firmemente que no liberaría al exdictador”.

 

Tal cual. Un indulto a Fujimori sería eso. Una patada a la institucionalidad democrática. Porque las condiciones que tiene el exautócrata en la Diroes no ponen en peligro su vida, como quieren hacernos creer de nuevo sus partidarios.¿La tan comentada columna del cada vez más sobrevalorado Kenji, en El Comercio, hablaba de un intrépido estadista en uso de todas sus facultades o de un ser mortalmente acabado, doliente, enclenque, y con riesgo de muerte súbita, como advierte el fujimorista Rolando Aguinaga? 

 

Las cosas como son. PPK, de conceder el indulto, pasará a la historia de la vergüenza. Por claudicar y doblegarse ante el fujimorismo más chusco y achorado. Y no me vengan con que exigir que se mantenga la condena a Fujimori es un discurso de odio, preñado de rencor y de resentimientos, teñido de venganza y del ánimo de hacer leña del árbol caído. No jodan, oigan.

 

A ver. A PPK no lo elegimos para indultar a Fujimori. Sino para que nos salve del fujimorismo. Para que lo combata, para que lo confronte, para seguir un rumbo radicalmente distinto al de los Galarretas y las Letonas y los Becerril.

 

Ensuma. No tengas miedo, PPK. Tómate una pausa y piensa cómo quieres ser recordado como presidente del Perú. ¿Como un demócrata que no se dejó extorsionar por la gavilla que se almorzó al país en los noventas o como un imperdonable y alevoso felón? Porque, créeme, el indulto se traerá abajo tu reputación y manchará tu nombre para siempre.