Recién vamos por el primer año de PPK, y en realidad parece el sexto de Ollanta Humala. O algo así, dijo el economista Juan Mendoza. Y es verdad. Mi sensación es exactamente la misma. De que estamos frente a un gobierno extenuado, jadeante, marchito. Y debilucho.
Un grupo de analistas políticos consultados por el periodista Américo Zambrano, en el último número de Hildebrandt en susTrece, retrata a la perfección el momento presente.
“Creo que estamos ante un gobierno débil por opción. Porque podría no ser tan débil, si quisiera. Pero carece de liderazgo político y eso lo ha demostrado este primer año. Los clásicos te dicen que para gobernar debe haber una combinación de fuerza y consenso. Acá no hay ni lo uno ni lo otro. ¿Cómo gobiernas así? No gobiernas (…) Este gobierno ha quedado paralizado por su incapacidad de hacer política y ante el buldócer de Fuerza Popular”, comenta el sociólogo y catedrático de la Universidad Católica, Aldo Panfichi.
“El gobierno es más débil de lo que cualquier persona se hubiera imaginado (…) los que pensamos que iba a ser un gobierno débil nos quedamos cortos”, señala José Carlos Requena. “(PPK) cree que cediendo y dejando hacer a la oposición puede lograr mantenerlos tranquilos y gobernar, pero lo contrario ha sucedido”, añade Santiago Mariani, politólogo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Por su parte, el historiador y sociólogo Nelson Manrique dice: “El haberse rendido ante el chantaje fujimorista cuando se censuró al ministro Jaime Saavedra y no poner un límite en ese momento, fue un punto de inflexión. De ahí en adelante, el gobierno ha permanecido arrinconado e inmóvil frente a un fujimorismo cada vez más agresivo”.
En la misma línea, Luis Benavente detecta “una debilidad estructural que ha afectado seriamente la gobernabilidad”. Y es que así están las cosas. Jodidas. Jodidas para el régimen, que no la ve. Y jodidas para nosotros, sufridos ciudadanos, que tenemos que padecer las consecuencias. La economía no crece. Y está estancada. Y hay sectores que se han contraído de forma alarmante.
Y digo que PPK no la ve, pues su autocrítica es prácticamente inexistente. Es cierto que no las ha tenido todas consigo. Que la suerte no le ha acompañado, o sea. Lo de las inundaciones, que mataron a centenares y destruyeron caminos y poblados enteros, por ejemplo, no lo previó nadie. Y el escándalo Odebrecht apareció sin pedir permiso. Pero atribuir a un “pecado de optimismo” o culpar al “inmenso aumento” de la burocracia, como los principales problemas que ha encontrado su gestión, en lugar de acusar y enfrentar abiertamente la política obstruccionista del fujimorismo, o de reconocer su ineptitud para el teje y maneje político, que lo han llevado a un arrinconamiento contra las cuerdas, revela solo negacionismo e incompetencia. Y si a esto le sumamos su obsesión suicida por conceder el indulto a Fujimori, pues estamos hablando de la cereza que corona el pastel. El pastel de la torpeza y de la nulidad.
Porque a ver. Si algo nos ha quedado claro este primer año de PPK es su inoperancia para percibir lo que está fallando, para saber en qué momento mete la pata hasta los corvejones, para darse cuenta de que si sigue así, el segundo año que comienza hoy será más complicado que el primero. Como sugiere Nelson Manrique: “Si es incapaz de hacer un diagnóstico, no veo qué capacidad de rectificación habrá para que los errores no vuelvan a suceder”.
Algunos indican que el problema del gobierno es que no comunica bien las cosas. Y bueno. Algo de eso también hay. Miren, si no, lo que pasó con las procuradoras. Si me preguntan, bien botadas están. Pero como fueron ineficaces para explicar las razones de sus respectivas salidas, se entronizó entre muchos la impresión de que las sacaron para encubrir actos ilícitos.
Como sea. Si PPK no se pone las pilas ya, ahorita, ipso facto, tendrá un segundo año más tormentoso y enrevesado y peliagudo que el primero. Y seguirá alimentando decepción, frustración y desengaño entre los que le votamos para que enfrentara al autoritarismo que encarnaba Keiko Fujimori y para que dinamizara la economía. Hasta ahora, no ha hecho ninguna de las dos cosas, se habrán dado cuenta.
Así las cosas, una inquietante pregunta se desprende de todo lo anterior: ¿Si PPK no cambia raudamente, culminará su administración el 2021? ¿O creen que a Luis Galarreta lo han elegido como presidente del Congreso para que le regale una rama de olivo al gobierno?
TOMADO DE LA REPÚBLICA, 30 DE JULIO DEL 2017