No voy a sumarme al apanado colectivo contra el ministro de Cultura. Solo quiero referirme a la muestra de la controversia, la cual fui a visitar el día de ayer por la tarde. Está centrada en 1992, año particularmente convulsionado y agitado y dramático. Las cosas que ocurrieron a lo largo de esos 365 días fueron traumáticas y marcaron un antes y un después. Tal cual. Al punto que hoy, veinticinco años más tarde, estamos enfrascados en una discusión sobre algunos de los efectos de los sucesos de entonces. 

Nuestra memoria es muy nítida para unas cosas. Y para otras, no tanto. La muestra refleja, de alguna forma, aquello. Las diferentes aproximaciones a determinados tópicos que ocurrieron a lo largo de 1992. Más todavía. La curadora advierte, desde el saque, que la muestra es una construcción formulada por una treintena de artistas y activistas que reflexionan sobre nuestro presente, tomando como punto de partida lo que pasó en 1992.

¿Y qué es lo que vamos a encontrar ahí? Hitos. Líneas del tiempo. Afiches. Fotografías. Vídeos. Periódicos y revistas que hablan sobre el zarpazo del 5 de abril, la captura de Abimael Guzmán, el asesinato de María Elena Moyano y Pedro Huillca, el coche bomba que destruyó Tarata, el Caso La Cantuta, las esterilizaciones forzadas, la masacre de Huayao, la ejecución de nueve campesinos en el distrito del Santa por miembros del Grupo Colina, el secuestro y desaparición del periodista Pedro Yauri, la marcha por la paz organizada por los distritos de Villa El Salvador y Miraflores, y así.

Y alguien dirá: "Pero exageran la nota". "Hay datos que no son exactos". "Está claro el sesgo de izquierda". Y si me preguntan, puedo coincidir con algunas de esas apreciaciones. Sí. Hay algunas visiones "radicalizadas", que se alejan un tanto de la "objetividad". O que estampan eslóganes políticos, como el de "Fujimori, nunca más". 

No obstante, casi todo lo que se expone ahí, en el LUM, ocurrió, y nos sigue impactando hasta la fecha. Y es ahí cuando el ministro se pregunta: ¿Es el LUM el lugar adecuado para exposiciones como la que comentamos? El piensa que no. Pues yo creo que sí. "Claramente, no", dice él. Porque infiere que eso conduce a un ambiente de polarización política, de mayor crispación de ánimos, pues hay un grupo político, el fujimorismo, que se siente atacado y excluido y bombardeado con este tipo de exposiciones. Y eso no contribuye a la reconciliación. 

Pero eso, señor ministro, seguirá ocurriendo, con muestra o sin muestra, hasta que el fujimorismo acepte de verdad lo que sucedió. Y no se ponga en plan negacionista. Eso seguirá ocurriendo hasta que el fujimorismo se arrepienta de todo lo que propició. Corrupción. Crímenes. Asesinatos. Porque a ver. Si alguien no se ha dado cuenta todavía, el fujimorismo sigue andando por la vida creyendo que, en la balanza, son más las cosas buenas que las malas, cuando la realidad indica lo contrario. Y es esa visión autocomplaciente, que relativiza todo, lo que hace del fujimorismo, hasta el día de hoy, un movimiento potencialmente peligroso para la democracia. Por eso, el LUM es el lugar idóneo para muestras como "Resistencia Visual 1992". 

Como sea. El LUM, desde mi pequeña opinión, está justamente para eso. Para recuperar nuestra memoria. Para traer el pasado al presente. Para que esos recuerdos inefables, sean valorados como lo que son, y no se vuelvan a repetir. Para que ese espacio de memoria narre la historia que los fujimoristas no quieren escuchar y, encima, quieren solapear.