Estimado Jorge Castañeda Luna,

 

De casualidad me topé con la carta que le escribiste al congresista Alberto de Belaunde en el portal Posición.pe. Y qué quieres que te diga, querido Jorge. Todo iba bien en el discurrir de tu argumentario a favor de las clases de religión en los colegios –el cual no comparto, por cierto, pero puedo tratar de comprenderlo-, hasta que afloró tu homofobia. Una homofobia, al parecer, atávica y acendrada.

 

Pero vayamos por partes, como diría Jack el destripador. La posición que defiende el legislador pepekausa, y que tú te apresuraste a juzgar, aspira a apuntalar la construcción de un Estado laico en el Perú. Porque, como sabes, nuestro país de laico no tiene nada. No sé si ya te percataste. De ciprianesco, en cambio, un huevo.

 

En este sentido, como el propio diputado ha recordado, su pronunciamiento público sobre los cursos de religión en los colegios, se enmarca en el hecho de que, “del 2011 al 2016, más de 400 mil estudiantes se exoneraron del curso de religión. El pronunciamiento no sugiere que se elimine curso alguno, ni que se genere una exoneración nueva. La posibilidad de exoneración existe hace varios años. Y beneficia a estudiantes agnósticos, ateos, evangélicos, musulmanes, judíos, etcétera”.

 

Así las cosas, si no quedó claro, lo único que busca el legislador De Belaunde es que los padres y alumnos conozcan que existe esa opción. Que nadie sufra de bullying por adoptarla. Y que las comunidades educativas tengan alternativas para esos estudiantes.

 

Porque a ver. Si el Estado peruano fuese laico, este debería mantenerse al margen respecto de las religiones. Y no debería promover desde ninguna de sus instancias –incluyendo las educativas- confesión religiosa alguna. Por eso, si me preguntas, rituales como el Te Deum, entre otros tantos, deberían ser eliminados y desterrados y erradicados ipso facto de la parafernalia estatal, pues no se entienden en el marco de una cosmovisión laica institucional.

 

Y aquí vamos a tus argumentos, dilecto Coquito. Con un innecesario tono melodramático, por lo demás, subrayas que te preocupan los valores, que “es imperioso que exista al menos un curso en los colegios en el cual se trate de inculcar valores de Caridad, Sacrificio, Tolerancia, Respeto, Solidaridad, Civismo”, y todo así, con mayúsculas.

 

“El curso de religión es la reserva moral que al momento tenemos como normada, establecida y mayormente aceptada como válida por la sociedad peruana. Habría que reforzarla”, agregas.

 

Pues te recuerdo que, en el currículo nacional de educación, ya se contemplan cursos como “Persona, Familia y Relaciones Humanas” o “Educación Ciudadana y Cívica”, los que, si averiguas un poquito (vamos, un poquito nomás, no seas flojo), tienen como propósito el fomento de valores. De los humanitarios y de los cívicos. De los ecológicos y de los sociales. E incluso el de la tolerancia, que tú reclamas con mayúscula pero que no practicas un carajo, mi conchudito Jorginho.

 

Y te lo digo así, sin ofender, porque sin justificación alguna sugieres que, dado que el actual presidente de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Parlamento tiene una orientación sexual determinada, ella ya lo descalifica para opinar sobre el tema. ¿Por qué? Porque de acuerdo a tu particular visión y hermenéutica, quienes forman parte de la comunidad gay y homosexual son enemigos de los “valores cristianos”. Tal cual.

 

Y otra cosa más. Le preguntas si tiene hijos. Y como no los tiene -y tú sí-, asumes que el legislador no tiene idea de lo que está hablando. Y le espetas: “No pretenda enseñarnos valores democráticos y de tolerancia a una sociedad que sufre todos los días el llanto de nuestros hijos y la pérdida de respeto hacia ellos y nosotros. Su idea (…) definitivamente no es aplicable en el Perú”.

 

La verdad es que, pese a tus esfuerzos místicos, estimado Coqui, no has logrado convencerme ni hacerme ver la luz. ¿Sabes por qué? Porque tus razones justamente no tienen nada de racional. Aunque de religioso, mucho. Y es que, Jorgito, si por un segundo dejaras de lado tus prejuicios y dogmas y pensamientos inflexibles, te darías cuenta de que este no es un asunto de cazar y quemar a chivos expiatorios (como las brujas o aquellos políticos cuya orientación sexual es distinta a la tuya). Porque así empezamos mal. Pues estás asumiendo que tu religión lo es todo, que la verdad está contigo por razones mágicas, y que los únicos que tienen valores son quienes adhieren a una fe determinada.

 

Y no es así la cosa, te cuento, apreciado Jorge. Es más. Si fueses sincero contigo mismo, te darías cuenta de que tu catolicismo, del que tanto te jactas, predica el odio contra ciertas minorías. Porque hay ciertas fes, sobre todo las más radicales, que son tóxicas y envenenan las vidas. Y que no permiten ver más allá de lo evidente.

 

Basta que releas lo que has escrito, con espíritu objetivo, para que tomes conciencia de que esas líneas, las tuyas, han sido pergeñadas a vuelapluma con el turbio entusiasmo y la sapiencia impostada de un advenedizo discípulo del cardenal Cipriani. 

 

Discúlpame la tuteada, y que tengas un buen día.

 

Pedro