“Señor Juez, solicito declare fundado el requerimiento de prisión preventiva (por nueve meses) contra Luis Fernando Figari Rodrigo, Virgilio Eugenio Levaggi Vega, Jeffery Stewart Daniels Valderrama, Daniel Bernardo Murguía Ward, y se disponga su internamiento en un establecimiento penal”. Así remata la fiscal María León Pizarro, de la 18ª Fiscalía Penal de Lima, la denuncia contra Figari y demás compinches, la cual es dirigida a una jueza penal.  

Según la fiscal León, existe peligro de fuga y obstaculización de la justicia. De hecho, Figari vive cómodamente en Roma, arropado por la institución que fundó y protegido por el mismísimo Vaticano, el cual le ha prohibido retornar al Perú, así como hablar con los medios de comunicación; Levaggi, luego de negociar una jugosa jubilación con la OIT, aparentemente vive a sus anchas en Madrid, España; Daniels reside en Illinois, Estados Unidos, casado con una mujer que trabaja en un kindergarten; y Murguía sería el único que radica en Lima, y, valgan verdades, es también el único que se ha comido cana durante año y medio en Lurigancho, cuando fue sorprendido in fraganti en un hotelito de mala muerte cerca de la plaza San Martín con un menor de edad, en el año 2007.

Imagino que muchos han asumido la noticia como un hecho. Bueno. No necesariamente es así, todavía, según algunos abogados. Porque esto debería ventilarse en una audiencia primero, y ahí recién se definiría el asunto. A los que todavía somos escépticos respecto de nuestras instituciones tutelares, estamos esperando ver para creer. Y los milagros escasean por estos tiempos, todo hay que decirlo. 

No obstante, sí hay varias cosas que rescatar y destacar en la resolución fiscal de León Pizarro. Y es que esta, a diferencia del mamarracho regurgitado por María del Pilar Peralta Ramírez, León sí valoró cosas importantes. Cosas que, por el contrario, la fiscal Peralta, si me apuran, se pasó por el forro.

Para la fiscal León, el Sodalicio fue diseñado con una estructura interna piramidal y vertical, en cuya cabeza se encontraba Figari como líder máximo, quien le hacía creer a sus seguidores y leales que poseía poderes sobrenaturales, como el de detectar la vocación para ser sodálite con tan solo una mirada, y él, Figari, era el elegido para plasmar el carisma recibido por el Espíritu Santo en su obra. Y en este contexto, concibió e instauró una asociación ilícita en agravio de la sociedad para perpetrar delitos contra la libertad, contra el cuerpo y la salud, y contra la libertad sexual.

“Para la configuración del delito de Asociación Ilícita basta la existencia de un concierto de voluntades de personas naturales para la comisión de fines ilícitos. No es necesaria la existencia de una organización. Basta que haya un concierto de carácter permanente de intenciones y acciones, las cuales han podido ser establecidas en la presente investigación”, escribe León Pizarro.

Así las cosas, la diligencia preliminar de dicha fiscal establece que, Luis Fernando Figari, en su calidad de fundador y miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, “al cual se integraron Germán Doig (hoy fallecido), Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels, Daniel Murguía (y) Ricardo Treneman, aprovecharon su acercamiento a menores de edad y adultos jóvenes para cometer actos calificados como delitos vinculados contra la libertad sexual”.

Y dice más. “Dicha concertación de voluntades por parte de los denunciados no solo tenía por finalidad la comisión de delitos vinculados al abuso de tipo sexual, encubrimiento mutuo de los mismos, sino también el poner en práctica un sistema de abusos de índole físico, como ejercicios físicos extremos, castigos, al punto de exponerlos al peligro de su integridad física”. Y añade también los abusos psicológicos, la sistematicidad de mantener medicados a varios de los adeptos, el control estricto de las vidas de los militantes, la intrusión y violación de las correspondencias, entre otras cosas.

“El sistema de práctica sistemática de abusos de índole físico y psicológico tenía por finalidad doblegar la autoestima, voluntad y proyectos de vida de sus víctimas, a quienes se había inducido a la creencia de que la voluntad de un superior sodálite era la voz de Dios, y por lo tanto debía ser cumplida. De esta manera se facilitaba la comisión de los delitos contra la libertad sexual”, explica la investigación fiscal.

Y claro. Uno que ha conocido al monstruo por dentro, y encima lo ha investigado, junto a mi apreciada e infatigable colega Paola Ugaz, cuando se lee el manifiesto jurídico podría inferirse: “No me sorprende”. Pero el asunto es otro. Pues debo confesar que el esfuerzo que nos ha tomado –a Pao y a mí- varios años de pesquisas tras pesquisas, de súbito percibimos que el fenómeno es comprendido de forma cabal. Porque el documento fiscal se centra donde debe centrarse.

Así que aquí me tienen. Leyéndolo y releyéndolo. "Por fin, me digo a mí mismo, algunas cosas se entendieron". Como, por ejemplo, el efecto tóxico y nocivo de instituciones autoritarias y envenenadas como el Sodalitium Christianae Vitae engendrado por Figari. En el cual te apartaban de tu familia con engaños, siendo menor de edad. Y te hacían odiar a tus padres. Y te lavaban el cerebro para convertirte en un fanático sectario. Y te golpeaban. Y te aplicaban la violencia de múltiples maneras para someterte y ejercer un control absoluto sobre ti, siendo entonces un chiquillo vulnerable.

Y pensar que hay quienes, hoy, con todo lo que se sabe, aun defienden al Sodalicio. Y siguen a pie juntillas lo que ahora les dicen, que “han cambiado”, siguiendo una suerte de vademécum para incautos y hueleguisos, pues creen que hay un “carisma” que rescatar, y que, una vez separada la “manzana podrida”, se resolvió el problema de fondo. Sin darse cuenta de que el problema de fondo está en el chip que les instaló Figari en sus cabezas a quienes, hoy por hoy, conducen los destinos de esta institución católica y ultraconservadora.