El papa ha nombrado un Comisario colombiano para intervenir al Sodalicio. Pareciera más una maniobra de relaciones públicas y de imagen que una decisión en firme y crucial, como para transformar la institución, o disolverla, porque esa es también facultad del emisario vaticano. Y no lo digo por aguafiestas, que conste, sino porque el cálculo político es evidente. El líder de los católicos hace el anuncio a ocho días de su llegada al Perú y luego de que el Vaticano ya se había pronunciado formalmente sobre el Caso Sodalicio.

 

Recordarán los memoriosos que la misma Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica que ahora promulga decretos acerados y acuciantes, y hasta justicieros, es la misma que, en febrero del año pasado, propaló un edicto que revictimizaba a las víctimas del Sodalicio y dejaba en evidencia que la supuesta política de “tolerancia cero” era una farsa. 


Porque la resolución vaticana, después de seis años de una supuesta “investigación”, jamás tomó en consideración a las personas abusadas por Figari. Más todavía. Sin escuchar sus testimonios, las calificó de “cómplices”. Tampoco se expulsó a Figari de la institución. Y encima se le “sancionó” con una jubilación dorada, fuera del Perú, asegurándole al depredador “un estilo decoroso de vida”, con el principal propósito de que no hable con la prensa.  Ahí están las tres páginas y media firmadas por Joao Braz y José Rodríguez Carballo, máximas autoridades de dicho Dicasterio, y que, según ellos mismos, aprobó y validó el mismísimo Francisco.  

 

Así fue como el Vaticano cerró el Caso Sodalicio. Pero ahora, de súbito, el pontífice argentino lo reabre ad portas de su visita al Perú. ¿Por qué? Porque sabe, a través del nuncio, que la prensa está sensibilizada con el tema, pues la iglesia católica, con aquel decreto de marras, consagró la impunidad. La de Figari y la de sus cómplices, que, todo hay que decirlo, siguen dentro de la institución, como si nada hubiese pasado.

 

Por lo demás, los precedentes, como el del Comisario italiano Velasio De Paolis, quien intervino a los Legionarios de Cristo durante tres años, nos demuestran que este tipo de gestos efectistas son para marear la perdiz y distraer a la opinión pública por un rato. Porque lo que hizo De Paolis -es decir, nada- podría ser replicado por el colombiano Noel Londoño. Ojalá me equivoque. Pero como dijo el escéptico apóstol Tomás: “Ver para creer”.


Publicado en La República 11/1/2018