Jamás dejará de sorprenderme mi país. Acabo de estar en Chile, y seguí de cerca el paso del papa Francisco por Santiago. Lo primero que hizo el jefe católico en el Palacio de la Moneda fue pedir perdón por los abusos sexuales a menores cometidos por miembros de la iglesia católica. Muy bien, dijimos todos. Pero ya sabemos que el pontífice argentino es el rey del floro y del faroleo. Y encima tiene un problema serio de falta de sindéresis. No suele ser congruente con lo que predica. Ni parece tener la capacidad de juzgar correctamente las cosas.

Pero a lo que iba. A la hora y pico de decir esto, se va a celebrar una misa multitudinaria en el Parque O’Higgins, y qué creen, aparecen los obispos del pederasta Karadima para retratarse con él y participar de la liturgia. Ahí están Valenzuela, Tomislav Koljatic, y el más célebre de todos, porque no lo quieren nadita en la comunidad donde ha sido designado por el propio Francisco: Juan Barros.

La prensa lo detecta y la visita del papa a Chile da un giro de 180 grados. Dos días antes se había filtrado una carta firmada por el pontífice argentino en la que consideraba darle un año sabático a Barros, antes que ofrecerle una diócesis a su mando. Los periodistas se vuelven locos y los chilenos Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, víctimas del cura pedófilo Fernando Karadima, quienes estaban participando en una reunión en la Fundación para la Confianza (que dirige uno de ellos, Murillo), de pronto desaparecen, como abducidos por extraterrestres. Y es que los medios extranjeros están sumamente interesados en recoger sus opiniones.

Quienes hemos seguido el Caso Karadima, sabemos perfectamente quién es  Barros. Era uno de los hombres más cercanos al pederasta Fernando Karadima, de los que participó en maltratos psicológicos con los subordinados de la parroquia El Bosque de la comuna de Providencia, donde se perpetraron casi todos los abusos sexuales a menores. En fin. Son múltiples los testimonios e incidentes que señalan como compinche y secuaz a Barros. No obstante, el papa, antes de salir de Chile, en Iquique, dice: “Todo es calumnia”. Y se zurró en los feligreses de Osorno, encabezados por Juan Carlos Claret, que recorrieron mil kilómetros para protestar en Santiago, y que fueron tratados como “tontos” y de haberse dejado influenciar por los “zurdos”. Y llamó mentirosos a Cruz, Hamilton y Murillo, quienes se vieron obligados a improvisar una conferencia de prensa en el local de la Fundación para la Confianza para responderle enérgicamente al papa.


El Perú en #ModoPapa

Eso pasó en Chile. Acá acaba de suceder algo similar, pero la reacción ciudadana fue indolente e indiferente. Acá el denominado “Modo Papa” sí funcionó. Con la prensa local, particularmente. Y acá, si no es porque la periodista Paola Ugaz se da cuenta, no nos enterábamos. En Trujillo, resulta que el discurso de honor lo da el arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren Anselmi. Sodálite, para más señas.

Y aquí me tienen. Fastidiado con el asunto. Porque con todo lo que se sabe, la prensa es incapaz de reaccionar, o siquiera de registrar el hecho.O de consignar las cosas como son. La primera denuncia que se hace en el año 2000 contra el Sodalicio, formulada por el periodista José Enrique Escardó, es contra el sodálite  Eguren, dicho sea de paso, uno de los discípulos directos y cercanos de Luis Fernando Figari, y miembro de la denominada “generación fundacional”. O sea, alguien que, como Germán Doig, Virgilio Levaggi y Jaime Baertl, le conocen todas sus cosas al fundador del Sodalicio.   

Por eso, el símil con Barros le cae como un guante. Pero no solo ello. Eguren es además señalado en diversos reportajes de investigación, como presuntamente implicado en casos de tráficos de terrenos en la ciudad de Piura, y vinculado a la organización criminal La Gran Cruz. Sobre esto puede verse el reportaje de investigación que hizo hace unos meses la cadena Al Jazeera o leer el libro El Origen de la Hidra (Aguilar, 2017), de Charlie Becerra.

Francisco y Eguren en el Vataicano, en mayo pasado. Foto: Arzobispado de Piura

Pero no. La poca vergüenza de la iglesia católica y de sus autoridades le pide a Eguren que dé el discurso central y ningún periodista hace notar –no todo lo que les comento, obvio, sino lo fundamental– que es uno de los jerarcas del Sodalicio de Vida Cristiana o Sodalitium Christianae Vitae, la organización acusada de asociación ilícita, lesiones graves, secuestro, lavado de activos, abusos sexuales a menores y esclavitud moderna.

La misma, que, si me apuran, el papa acaba de “intervenir” vía un comisario colombiano, porque supuestamente está “muy preocupado” con las cosas que ahí sucedieron durante cuarenta largos años. Dicho sea de paso, les sugiero que revisen el último número de Hildebrandt en sus Trece y lean la nota que realiza el periodista Alonso Ramos, quien llega a entrevistar al comisario Noel Londoño. Es imperdible. Pues ahí queda más claro que el agua que dicha intervención papal no es más que un operativo de relaciones públicas, un golpe de imagen, de hacer la finta de que habrá cambios para que no cambie nada. Gatopardismo puro y duro, o sea.

Aunque después de apreciar la falta de reflejos de la prensa peruana en Trujillo y la nula reacción ciudadana ante esta provocación, qué quieren que les diga, cuando narro estas cosas intento siempre, con humor o amargura, poner las cosas en su sitio y enfocarme donde debo. Pero no voy a negar que en esta oportunidad me siento asqueado por lo que estoy presenciando.

Y eso hago ahora. Decirlo. La iglesia les está tomando el pelo, señoras y señores creyentes. Los están tratando de idiotas. Y lo más triste es que, con el auxilio de la prensa que está en “Modo Papa”, los clérigos apañadores y el mismísimo papa Francisco, lo están consiguiendo.   


Un ejemplo de prensa peruana en #ModoPapa

 

Y aquí lo que se dice la prensa internacional sobre Eguren: