Repugnancia u hostilidad hacia lo extranjero. Odio, tirria, malquerencia, animosidad, desprecio hacia el forastero. Eso es la xenofobia. Desdén por su aspecto físico. Fastidio por su forma de hablar. Ojeriza porque ocupa el mismo espacio que consideras que es tuyo y de nadie más. Antipatía porque es mejor que tú. Desprecio porque, en tu retorcido juicio, compite deslealmente. Aversión porque no es de tu rebaño.  

Escuché las pajas del congresista Justiniano Apaza, del Frente Amplio, y sentí vergüenza ajena. Y ahora leo las líneas de Fernando Vivas en El Comercio, y qué quieren que les diga, disfrazadas de pellejo de sociólogo y rociadas con algunas cifras que suenan a data seria, a estadística sentenciosa y solemne, constato algo inimaginable. Que la xenofobia no solo estaba enfocada enfermizamente en los chilenos. Pues resulta que, ahora, tanto Apaza como Vivas, distanciados en lo político pero hermanados en la cojudez, observan a los venezolanos como si se tratasen de los alienígenas de Rosswell.

Existe una hipótesis que sostiene que el hombre o la mujer pueden violar las más elementales leyes de la física cuando enfrentan un peligro mortal. La verdad, no sé si ello tiene basamento científico. Lo que sí parece cierto es que, muchos en este país, quizás demasiados, se idiotizan o ralentizan sus capacidades intelectuales ante las migraciones masivas. Cuando se trata de chilenos y de venezolanos, particularmente. Pues cuando se trata de argentinos o de españoles, las reacciones no son tan burdas.

“El Perú no tiene por qué invertir en una política pública” para demostrar que “Maduro es una porquería de izquierda”, sostiene Vivas, de saque, en el primer párrafo de su columna semanal. Y luego suelta la siguiente cifra investigativa: “La Universidad del Pacífico ha hecho complejos estudios, con grupos de experimentación, que demostraron científicamente que en un 80% de casos, el mercado prefiere contratar al más atractivo y al más blanco”.

Ergo, como “el venezolano promedio es más blanco y atractivo que el peruano promedio”, con el permiso temporal de permanencia que se está ofreciendo a los venezolanos en un gesto solidario, se está alentando una distorsión, escribe el Justiniano Apaza del decano.

¡Por dios! ¿En serio, Fernando? ¿Acaso hay que recordarte que nuestro país, el Perú, en diferentes épocas, ha sido uno de los países sudamericanos del que han emigrado más personas al extranjero? Ya sea en busca de trabajo, de oportunidades, de seguridad, y muchos de esos peruanos emigrantes se han quedado en diferentes lugares en calidad de ilegales. No solo ello, ya sabemos. También han tenido que sufrir oleadas xenófobas y racistas en muchos de los sitios donde han aterrizado. En España, en Estados Unidos, en Chile, en Argentina. Y, por cierto, en Venezuela, durante los setentas, los peruanos que emigraron para allá tuvieron, en su mayoría, un buen trato.

No sé tú, pero en mi pequeña opinión, junto con los fundamentalismos religiosos, la cruel y brutal xenofobia es una de las grandes taras de la humanidad. En consecuencia, debe ser condenada y repelida categóricamente. En una, como se dice. Aparezca donde aparezca. En la boca de Apaza o en tu esquina de papel del diario más importante del país. Digo.


(Foto: Andina)