El sacerdote Jaime Baertl Gómez (61), el sodálite más importante de la organización creada por Luis Fernando Figari en 1971, cuando miente, lo hace con una naturalidad que no deja de sorprender. Casi, casi con las habilidades de un sociópata. O, si prefieren, de un mitómano. Uno de sus grandes embustes se lo soltó en su cara pelada a la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez, de la 26ª fiscalía penal de Lima, la misma que archivó el Caso Sodalicio y fue sancionada precisamente por ello, por indolente.

 

“Durante el tiempo que he pertenecido a la agrupación (42 años, hasta su declaración de enero del 2016) nunca tuve conocimiento de abusos sexuales perpetrados contra algún sodálite menor o mayor de edad, miembro del Sodalicio. Posteriormente, a inicios del año 2011 tomé conocimiento de algunas denuncias que se habrían presentado ante el Tribunal Eclesiástico y luego de ello salieron las publicaciones en los medios de comunicación”, dijo Baertl en su manifestación.

 

En la misma que, más adelante, indicó que no hubo maltratos. Ni físicos ni psicológicos. En la misma que, líneas después, se atribuyó ínfulas de investigador y de héroe, endilgándose acciones justicieras que, en honor a la verdad, realizó en su momento la fraterna Rocío Figueroa, la verdadera heroína de la historia. En la misma que negó que hubo un tiempo en que existían sodálites colegiales (el último de los denominados sodálites mariae, para no ir tan lejos, fue mi hermano menor, Jorge; y también lo fue el procurador del SCV en Roma, Enrique Elías; y también lo fue el obispo de Ayaviri, Kay Schmalhausen; pero la frágil memoria de Jaime Baertl no alcanzó a recordar estos nombres, aparentemente). En la misma que silenció la humillante orden que le impartió a Martín Scheuch para que fornicara desnudo con una silla. En la misma que justificó los excesos con una frase efectista y demagógica: “Todas las cosas negativas o malas que pueden haber sucedido como causa de la imprudencia o algunos excesos, no ensombrecen al Sodalicio, toda vez que la organización es mucho más que las quejas y errores de la misma”.

 

Así las cosas, omitió de igual manera lo que ocurrió con su entrañable amigo y carnal, Virgilio Levaggi Vega. Ni siquiera lo mencionó en su manifestación, como sí lo hizo en su momento el vicario José Ambrozic Velezmoro, todo hay que decirlo. 

 

No obstante, en el informe sodálite de febrero del 2017, encargado a las norteamericanas Kathleen McChesney y Monica Applewhite, y al irlandés Ian Elliott, el cual sirve, de paso, de coartada al Sodalitium para señalar que no existen “indicios de complicidad ni conspiración entre los presuntos abusadores” -algo que no resiste el menor análisis-, se señala a Virgilio Levaggi como uno de sus chivos expiatorios. Como un depredador solitario. O algo así.

 

De él se dice lo siguiente:

 

Virgilio Levaggi Vega ha sido señalado como autor de abuso sexual de por lo menos un menor y de dos hombres adultos jóvenes entre 1977 y 1987. Se reporta que Levaggi también manipuló sexualmente a tres hombres adultos en su comunidad. Una víctima menor de edad reportó el abuso a Figari, quien ordenó a Levaggi dejar en paz al joven, y este aceptó hacerlo. Algunos años después, Levaggi abusó de dos hombres adultos jóvenes. Uno de los hombres recordó: ‘Este hombre que abusó de mí era también mi guía espiritual… Él amenazó con hacerle daño a mis amigos si yo le contaba a alguien lo que él había hecho’.

 

Uno de los dos hombres jóvenes que había sido abusado reportó el asunto a un sodálite amigo suyo. Este sodálite inmediatamente lo llevó ante Doig para que pudiera reportar su abuso. El sodálite recordó que se le pidió escribir un informe sobre las acusaciones: ‘Recuerdo haber escrito mi informe y dárselo a Figari para que lo lea. Figari me dijo que nunca deberíamos volver a hablar sobre esto y entonces le ordenó a alguien encender la chimenea (o él mismo la encendió, no recuerdo)… Figari tomó mi informe y lo quemó’.

 

Después de eso, Figari confinó a Levaggi a su comunidad, excepto por un período de tiempo cuando Figari permitió a Levaggi acompañarlo en un viaje a Roma. Levaggi dejó el SCV en 1987. El 5 de octubre de 2016 se reportó en un blog que Levaggi negó las acusaciones acerca del abuso de los dos jóvenes adultos. En el blog se cita a Levaggi diciendo: ‘Jamás he forzado a nadie a tener relaciones sexuales, de ninguna naturaleza, en contra de su voluntad’”.

 

El blog al que alude el informe es el del periodista José Alejandro Godoy, titulado Desde el Tercer Piso. Godoy se comunicó con Levaggi a principios de octubre del 2016, vía correo electrónico. Levaggi era en ese momento un alto funcionario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esas fueron las primeras declaraciones públicas de Levaggi sobre los señalamientos. Y lo negó todo.  

 

Pocos días antes, la revista Caretas publicó una nota sobre Levaggi. “Según fuentes internas, la actual cabeza del Sodalicio (Alessandro Moroni) reconoció que a fines de los ochenta el movimiento ocultó dos casos de abuso sexual cometidos por el líder espiritual Virgilio Levaggi, hoy funcionario de la OIT”.

 

“Levaggi –quien hace nueve años no reside en el Perú- nos indicó que había tomado conocimiento de la investigación que se le sigue en el Ministerio Público, junto a pasados y presentes dirigentes del Sodalicio, por presuntas conductas delictivas cometidas al interior de esta entidad. Volvió a negar cualquier abuso sexual cometido por él, cuando le preguntamos por la declaración dada por Moroni”, escribió Godoy en su blog.

 

“El exintegrante del SCV nos indicó, al responder un cuestionario enviado para este informe, que durante estas tres últimas décadas, jamás he sido abordado, por ningún miembro antiguo o actual del Sodalicio, que me haya hecho mención a algún supuesto delito, ni he recibido, ni directa ni indirectamente, alguna acusación sobre abuso sexual”, añadió Godoy en su texto.

 

Si esto respondió Levaggi, mintió. Pues a través de un tercero, le enviamos a Virgilio Levaggi tres preguntas sobre el Caso Sodalicio en las que se explicitó el caso de las dobles vidas sexuales al interior del Sodalitium. Esto sucedió en el marco de las investigaciones que realizamos con Paola Ugaz para la hechura del libro Mitad monjes, mitad soldados. Esto se produjo hacia fines del 2014 o principios del 2015, aproximadamente. Sobre este cuestionario que le enviamos a Levaggi, volveremos más adelante. Y recuérdese que, además de periodista, el arriba firmante fue miembro del SCV y dirigido espiritual de Virgilio Levaggi, y padeció un incidente de connotaciones sexuales disfrazado de ejercicios de yoga. 

 

“Si tales situaciones existieron, creo que hay que ser solidarios respecto a las personas que hayan vivido las mismas”, agregó, muy solidario, Levaggi en el correo que le escribió a José Alejandro Godoy. Y dijo más el entonces Jefe del Departamento de Alianzas y Apoyo a los Programas Exteriores de la OIT: ‘Durante mi paso por el SCV, entre los años 1977 y 1986, me dediqué a las actividades externas de la institución, especialmente con organizaciones eclesiásticas y centros de estudio, en el área de ‘Relaciones Públicas’, como ud. la califica. No había una descripción de funciones’”.

 

Y en el colmo del cinismo, remata apesadumbrado: “Salí del SCV debido a un afán de desarrollo personal, profesional y laboral, debiendo precisar que dicha salida no se debió a ningún tipo de problema en dicha institución (…) Me da mucha pena lo que se publica y me resulta muy confusa la información que se brinda. En estas tres décadas no he estado involucrado en nada del quehacer del SCV y me cuesta entender lo que podría haber pasado”.

 

Una corrección adicional a la olvidadiza memoria de Levaggi, tan quebradiza como la de su amigo Jaime Baertl: su salida se produjo en 1987, y no en 1986. Y sí había una descripción de funciones en el Sodalitium de los ochentas. Levaggi, adicionalmente a su rol de “Encargado de Instrucción”, efectivamente se hacía cargo de las relaciones públicas de la organización junto a Jaime Baertl, alentados ambos por Figari, pues nada salía del control del fundador del Sodalicio.

 

El 13 de octubre del 2016, Levaggi, haciendo una suerte de control de daños personal, suponemos que para evitar que lo eyecten de la OIT, envió una carta al semanario Caretas. En dicha misiva se quejaba del tratamiento periodístico de la nota y volvía a negar que su salida tuviese que ver con un incidente “de orden sexual”. “La acusación que se me realiza no es verdad”, subrayó.

 

(Continuará)