La web del Sodalicio de Vida Cristiana revela el 21 de febrero del 2017 una carta de Virgilio Levaggi, fechada el 16 de dicho mes, la cual está dirigida a Alessandro Moroni, superior general del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), y a los autores del segundo informe investigativo que propaló la controversial sociedad de vida apostólica: Kathleen McChesney, Monica Applewhite e Ian Elliott.
El tono de la carta es de queja y de reclamo. Básicamente procura replicar un video emitido el 14 de febrero (http://sodalicio.org/comunicados/mensaje-de-alessandro-moroni-sobre-informe-final-de-los-expertos/) y el informe de la comisión conformada por los extranjeros mencionados en el primer párrafo.
“Los hechos que ustedes me atribuyen ilícitamente, tanto en el video como en los informes emitidos el 14 y 15 de febrero son acusaciones graves en mi contra que no se sustentan en datos objetivos y menos son producto de una mínima actividad probatoria”, escribe Levaggi con cierto tecnicismo legal. Los párrafos que siguen a este texto abundan en términos jurídicos y constitucionales y penales y un etecé orientado a redundar en derechos que le habrían sido vulnerados.
“El SCV está tratando de reducir un problema grave y complejo de su institución, como es el identificado por la Comisión de Ética para laJusticia y la Reconciliación, a casos puntuales de supuestos abusos o tocamientos sexuales”, añade más adelante.
Y termina solicitando una rectificación de la información difundida “en un plazo máximo de 5 días naturales”. “En caso contrario –añade- procederé a realizar las acciones que la Constitución y la Ley prevén para el respeto y defensa de mis derechos conculcados”, advierte Levaggi.
Lo cierto es que, leyendo y releyendo la misiva que Levaggi le envía a la cabeza de dicha organización católica y a sus consultores externos, en ninguna parte de esta se lee: “Es falso que yo haya participado en algún evento de connotaciones sexuales”, o algo así. Su contestación se queda ambiguamente entre lo legalista y lo etéreo. Jamás va al grano. Ni es taxativa.
Como mencionamos anteriormente, Levaggi, además de los testimonios que señalan eventos y situaciones de connotaciones sexuales en la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), donde este es identificado con las siglas “LE”, en las pesquisas de la segunda comisión se le acusa como “autor de abuso sexual de por lo menos un menor y de dos hombres adultos jóvenes, entre 1977 y 1987. Se reporta que Levaggi también manipuló sexualmente a tres hombres adultos en su comunidad” (p. 19).
En el marco de la larga y extensa investigación que hicimos con Paola Ugaz, contactamos con dos testimonios de exsodálites que le atribuían comportamientos abusivos y manipuladores a Levaggi, y que, en síntesis, lo describían como alguien con manifestaciones compulsivas de acoso sexual, que aprovechaba al máximo la relación asimétrica y vertical que existía entre el “director espiritual sodálite” y el “discípulo” o “subordinado”.
Ambos testimonios no fueron publicados en Mitad monjes, mitad soldados debido a que, en ese momento, no se sentían seguros de hablar. Ni siquiera con seudónimos. Pero luego de publicado el libro, en octubre del 2015, nos enteramos de que lo hicieron por lo menos ante una de las dos comisiones que formó el Sodalicio (la primera, que evacuó su informe en el 2016, y la segunda, que hizo lo propio en el 2017) luego de que estallara el escándalo de los abusos sexuales al interior de esta institución peruana.
(Continuará)