Si no es por la generosidad desbordante y la capacidad disuasoria de la carismática directora Chela de Ferrari, me la pierdo. Me refiero a Mucho ruido por nada, una comedia de William Shakespeare. Por la información que obtuve de allá y de acá, de Wikipedia y algunas someras biografías de Shakespeare, esta obra, también conocida como Mucho ruido y pocas nueces, se trata de una comedia en cinco actos, en verso y en prosa, escrita en 1598, pero que recién fue impresa en el año 1600.

 

¿De qué va? Pues aborda la historia de amor de Beatriz (Paul Vega) y Benedicto (Pietro Sibile), así como la de Claudio (Rómulo Assereto) y Hero (Sergio Gjurinovic). En síntesis, el príncipe de Aragón, don Pedro (Javier Valdés), en cuyo séquito figuran Claudio y Benedicto, visitan al gobernador de Mesina, Leonato (Ricardo Velásquez), padre de la bella Hero y tío de la indomable Beatriz. Claudio se enamora de Hero, pactan su matrimonio con Leonato, y el eje de la trama reposa sobre los personajes más fuertes y agudos y sarcásticos: Benedicto y Beatriz. Ambos libran a lo largo de la historia una serie de escaramuzas verbales sumamente ingeniosas y divertidas, hasta que sus amigos deciden hacerles una celada para que se enamoren.

 

El hermano del príncipe, don Juan (Óscar López-Arias), un villano que disfruta con serlo, urde junto a uno de sus criados, Borrachio (Rodrigo Sánchez-Patiño), una patraña para destruir el matrimonio entre Claudio y Hero.Y logran esparcir su tóxico veneno. Claudio y el príncipe se creen el maledicente cuento de que Hero le es infiel a Claudio, y este la maltrata públicamente, con violencia, hasta que la dulce hija de Leonato cae desmayada.

 

La familia de Hero, alentada por el sacerdote que iba a casarlos, hace correr la voz de que la joven ha muerto, con el propósito de forzar el arrepentimiento y la confesión de los malvados de la historia. Borrachio, en estado de ebriedad, confiesa el engaño a un compañero (Pablo Saldarriaga), y es escuchado por un grupo de pintorescos policías (interpretados por los polifacéticos y talentosos Claret Quea y Emilram Cossío).

 

Ya adivinarán. La verdad sale a la luz y Claudio ofrece reparación a Leonato, además de pedirle perdón. Leonato, quien se trae algo entre manos, le propone entonces casarse con una prima de Hero en sustitución de la supuesta hija muerta. Al momento de la boda, la novia resulta ser Hero en persona. Y en la misma ceremonia se casan también Benedicto y Beatriz. Yo no lo sabía, pero existe hasta una versión cinematográfica interpretada por los británicos Emma Thompson (Beatriz) y Kenneth Branagh (Benedicto), quien también la dirige. La peli es de 1993.

 

Pero qué creen. Al relato de Chela de Ferrari no le da la gana de seguir a pie juntillas el texto de Shakespeare. Así es que no solo lo adapta, sino que lo reinterpreta. Y no solo lo reinterpreta, sino que le cambia el final. Y el resultado no solo es desternillante, sino sumamente audaz y actual, sin ser panfletario.

 

Todos los actores del reparto, y no creo estar ‘espoileando’ a nadie, son hombres (hombres que encarnan los roles de mujeres), no solo porque De Ferrari aspira a recordar cómo se hacía teatro en los tiempos de Shakespeare (las mujeres estaban prohibidas de actuar), sino porque la puesta en escena, planteada en esos términos, nos induce a pensar que podría tratarse de parejas del mismo sexo, “y que el derecho al amor de pareja –y su reconocimiento social- va más allá de los géneros”, como advierte la genial directora en el programa. “¿No es el teatro, después de todo, un espacio para hablar de nuestros dilemas y proyectar nuestros anhelos?”, inquiere.

 

Y bueno. Si no la han visto, rueguen para que la repongan, porque es endiabladamente estupenda. Eso sí. No les pienso contar el final. Lo único que les puedo adelantar, si me preguntan, es que en esta magnífica ficción lograda en la pieza de Chela de Ferrari se termina celebrando una unión que, por motivos irracionales y religiosos y enrevesados y fundamentalistas, no es posible todavía en el Perú.

 

Mucho ruido por nada es una pieza rebelde, además de ser extremadamente chispeante y ocurrente. Más todavía. Parafraseando a Mario Vargas Llosa, podríamos concluir que gracias a ella “descubrimos lo que somos, lo que no somos y lo que nos gustaría ser”. La verdad, yo también espero que la repongan. Para disfrutarla de nuevo y verla con mis hijos.

TOMADO DE LA REPÚBLICA, 8/4/2018