No sé qué ha sido más gracioso. Los memes que se hicieron sobre los marchantes de hoy. O los marchantes originales exhibiendo sus intrincadas pancartas.Y es que no tienen desperdicio, oigan. “QUIENES ACEPTARON LA ESCLAVITUD, ERAN LIBRES. QUIENES APOYAN EL ABORTO, NACIERON”. “NO ASESINEN A LOS FETOS. DEJEN QUE CREZCAN Y SE CONVIERTAN EN DELINCUENTES PARA APLICAR LA PENA DE MUERTE”. Y en ese plan.

 

Pero claro. Después uno se topa con las banderolas histriónicas, como aquella que reza “NO ES TU CUERPO, ES TU HIJO”, y con reflexiones basadas en data estadística y en el sentido común, como las que aparecen en el Facebook de Mariana de Althaus, donde nos aterrizan a la terrible realidad peruana y recuerdan que cada dos horas un hombre viola a una niña en nuestro país, y que cada año se registran seis mil casos de niñas y adolescentes violadas, y que a esas niñas le dicen esto. Con toda razón, Mariana infiere de este eslogan que estamos frente a “la ideología más facha, retrógrada y misógina a vista de todos, sin vergüenza y con el apoyo de la Iglesia y de poderes del Estado”. “Sí, es nuestro cuerpo. Basta de usurparlo. Estamos hartas”, añade la dramaturga.

 

Y es así. Tal cual. El Perú sigue siendo uno de los vanguardistas en materia de conservadurismo rancio y fundamentalista, uno de los países donde su clase política se hace en los pantalones antes de enfrentarse a la iglesia católica y sus multitudes y sus mensajes desconcertantes. Porque esa es la verdad. O tenemos políticos cacasenos, o cucufatos, o chupacirios, o mariconazos a la hora de sentar posiciones que nos alejen de la caverna. Porque a ver. El hecho de que el Perú siga siendo uno de los principales países con mayores tasas de denuncias por violaciones sexuales en toda Sudamérica desde hace más de dos décadas, lo que no es moco de pavo, parece importarle poco o nada a nuestra representación política. Algunos hacen la diferencia, es verdad. Pero son ínfimos respecto del pocotón de mudos y afásicos que pululan en todas las tiendas partidarias.

 

“Toda persona tiene derecho a la vida, independientemente al origen de su concepción”, le leí estos días a Gaby Pacheco, en el portal Posición.pe. Esa es la premisa que resume el punto de vista y el activismo de los denominados “Provida”. Y, de esa forma, como ha recordado el periodista José Alejandro Godoy en su blog Desde el Tercer Piso, los antiabortistas religiosos y radicales “creen estar salvando a la humanidad de un inminente apocalipsis moral”.

 

Este es el sexto año en que se realiza la “Marcha por la Vida”, la cual es impulsada por el cardenal Juan Luis Cipriani, como lo hizo durante años el cardenal español Rouco, vía el arzobispado de Madrid, hasta que le aceptaron la renuncia y el nuevo arzobispo al mando decidió transformar la marcha en una jornada de oración, alejada de la cosa política que tanto Rouco, como Cipriani en el Perú, han procurado gatillar durante los últimos años.

 

Si me preguntan, la activistas antiaborto tienen todo el derecho de marchar y hacer plantones y prender velas y movilizarse como les venga en gana, mientras que no alteren el orden público. Lo peligroso en esto es que, las autoridades del Ejecutivo o del Poder Legislativo, por razones electoreras o desfasadas, le hagan caso a los cantos de sirena de estas turbas carcas y conservadoras y terminen asintiendo a sus absurdas demandas, conduciéndonos a soluciones rancias y represoras que no resuelven nada. Por el contrario, empeoran todo. Negándole, en este caso, a la mujer peruana abortos seguros, condenándolas a morir en cuartuchos insalubres.

 

En este sentido, no deja de sorprender declaraciones como las del subgerente de Defensa Civil de la Municipalidad de Lima, Mario Casaretto, que apoya abiertamente a la marcha, pues dice que “todos tenemos que proteger la vida del niño por nacer. Las instituciones del Estado participan en este evento por un tema de sensibilidad”.

 

¿Ya ven? A esto es a lo que me refiero. Los ejemplos saltan a la vista. La municipalidad, una entidad pública por donde se le mire, no puede prestarse a acciones que rompen con la separación de iglesia o religión y el Estado. En un Estado laico a este señor Casaretto se le debería sancionar por tetelemeque, por no comprender que si, en lo personal, quiere participar de la marcha, tiene todo el derecho de hacerlo, pero no puede movilizar los recursos de una dependencia estatal en un acto político-religioso, que rompe con esta separación que debería ser sagrada, pero que en el Perú todos los políticos se la pasan por el forro. Y los que no, prefieren no enfrentar el tópico. Mucho rollo, dicen. Qué flojera. Pelearse con la iglesia y un pensamiento único al que adhieren miles de fanáticos.

 

Y acá, que quede claro, el asunto no es entre quienes están “a favor de la vida” y quienes inescrupulosamente están “en contra de la vida”, como si hubiesen muchos asesinos sueltos por el mundo. Porque esa es la visión maniquea de ellos, pero no es la realidad. La realidad es que el aborto no es una solución que promueva nadie, comenzando por las mujeres que recurren a él obligadas por las circunstancias, siempre penosas, siempre traumáticas. Exigir la despenalización no es lo mismo que incitar al aborto o promover “la matanza de niños”.

 

Despenalizar es permitir un derecho para que las mujeres tengan opciones en lugar de represiones que terminen conduciéndolas a interrupciones del embarazo en condiciones letales para su salud. Abortar o no es una decisión que debe tomar cada mujer de manera individual. No es una decisión que debe adoptar el Estado, y menos la iglesia católica. Recordemos que la iglesia católica no es una organización democrática, sino absolutista, vertical y dogmática. Ergo, puede predicar sus verdades de a puño como se le antoje. Lo que no puede hacer es pretender imponer sus rancias ideas para convertirlas en políticas públicas, que, encima, acarrearían serios problemas de salud y muertes.


A mis casi cincuenta y cinco añitos, uno conserva muy pocos mitos, la verdad. Uno de los desterrados para siempre, por ejemplo, es el de la supuesta "superioridad moral" de las autoridades de la iglesia católica, que, ya saben, o son altaneras o son arrogantes o son indolentes, pero "superiores moralmente", ni un carajo, ya saben. 


La iglesia católica, tan poco empática con las víctimas de pederastia y tan misógina con las mujeres maltratadas e incluso asesinadas, que solita se ha encargado de desacreditarse con sus actos hipócritas, le viene a decir ahora a los críticos de los carcas que lo mejor es que "supriman" sus vidas. Lo acaba de decir el propio Juan Luis Cipriani. No es broma. No solo no es broma, claro. Es la respuesta más cojuda que he escuchado en los últimos tiempos. Pero bueno. Ya tienen otro "mensaje inteligente" para adornar las banderolas de la marcha del próximo año.