Es como un karma. O una sombra, si me apuran. Me refiero a algo que nos persigue a Paola Ugaz y al arriba firmante de manera pertinaz. Estemos donde estemos, todo hay que decirlo. En Barranco, en la Luna, en un restaurante, en la cola del cine, en un bar. O en Quito, Ecuador, como acaba de suceder y de la forma más sorprendente.

 

Les cuento. Resulta que la Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales con sede en Ecuador) nos había invitado a participar en un foro sobre fundamentalismos religiosos, junto al argentino Horacio Sivori y la norteamericana Mary Hunt. Y qué creen. El día anterior a nuestra participación reventó en nuestro vecino del norte una de las noticias que más polvareda ha levantado alrededor de la iglesia católica ecuatoriana. O la que más, me atrevería a afirmar. ¿De qué iba la publicación? Pues se trataba de una información que ponía sobre la mesa, una vez más, la pederastia clerical. Y para nosotros, sorprendidos peruanos de visita por la capital ecuatoriana, ponía bajo los reflectores, una vez más, al Sodalicio de Vida Cristiana. Figúrense.

 

El bombazo reventó en el portal digital GK, que administran los periodistas de investigación Isabela Ponce y José María León. La extensa nota daba cuenta de los abusos perpetrados por el sacerdote guayaquileño Luis Fernando Intriago a una decena de jóvenes veinteañeros, varones todos, cuando estos eran todavía menores de edad.  

 

Curiosamente, las técnicas de los abusos guardan bastante semejanza con las utilizadas por el peruano Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio, y superior general de esta institución hasta diciembre del 2010.

 

“Te hacía desnudar”, cuenta una de las víctimas. “Me pidió que me quede en bóxer (…) Luego me dijo ‘tranquilo, no pasa nada’”, relata otro de los chicos. En las prácticas de Intriago hay demasiados guiños figarianos. Antes de llegar al toqueteo y al contacto físico, o a lo que denominaba “la dinámica del pecado”, por ejemplo, ya se había ganado la confianza de cada uno de quienes se atrevieron a romper con el silencio. “Sus relatos guardan similitudes con los de aquellos que fueron víctimas del fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Luis Fernando Figari, en Perú, y del sacerdote Fernando Karadima en Chile”. A estos los había reclutado previamente, vía el Movimiento de Vida Cristiana, a través de agrupaciones marianas, “consejerías”, y el discurso de cajón: “Tú has nacido para cambiar el mundo”.  “El Señor te ha elegido para formar un ejército de ungidos”. “Eres especial”. Y patatín y patatán. Y que esto y lo otro. Es decir, la misma retórica barata con la que Figari y sus predilectos seducían a sus víctimas, que, siendo muchos de ellos menores de edad con carencias, eran susceptibles de caer en este tipo de trampas.

 

Claro. La cosa, como en el camino de captación del Sodalicio, iba yendo de menos a más. Del emoticón sonriente, Intriago iba transitando gradualmente por exigencias que iban escalando, respaldadas por citas bíblicas y frases simplonas, y reemplazando a la figura paterna, claro. “Que lo que haga tu mano izquierda, no lo sepa la derecha”. “El que falla en lo poco, falla en lo grande”. Y así. 


Encima, como Figari, también tenía supuestamente dones extraordinarios. Casi, casi poderes mutantes, como los X-Men. Mientras que el religioso peruano tenía el poder de la “cardiognosis” (a través de la mirada, Figari podía verle el alma y la vocación a las personas), el cura ecuatoriano tenía revelaciones. Una vez, solo para citar un botón, una imagen de la virgen a la que le estaba rezando comenzó a exudar aceite, y él absorbió ese aceite en un algodón que, cosas de la vida, guardaba en el bolsillo en ese preciso segundo. Ese algodón con el aceite de “Nuestra Señora de la Reconciliación” lo compartía, por supuesto, con los “elegidos”.

 

Más tarde, una vez condicionados mentalmente y correctamente adoctrinados, les predicaba a sus discípulos que había que cultivar la reciedumbre y el sacrificio y blablablá. Y de cada uno de las potenciales víctimas armaba un expediente con información personal. “Tenía una carpeta por cada uno de ellos en su computador, y dentro de cada carpeta, un documento por cada dinámica hecha. Cuando identificaba el perfil vulnerable, le proponía la consejería”, relata uno de sus exsecretarios privados.

 

Luis Fernando Intriago, para más señas, fue “el hombre que trajo al Ecuador el Movimiento de Vida Cristiana (el MVC), una mancomunidad de grupos laicos bajo la autoridad del Sodalicio de Vida Cristiana”, explican los periodistas Ponce y León. El exsodálite Óscar Osterling, entrevistado por GK, comenta que Intriago “fue uno de los alumnos esmerados del fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Luis Fernando Figari. Lo conoció a mediados de los noventas. ‘La gran noticia dentro de la familia sodálite era el encuentro entre Figari e Intriago’”. “Intriago fue el principal encargado de llevar el MVC a Guayaquil, pero la Oficina de Comunicación del Sodalicio de Vida Cristiana con sede en Lima lo retrata como un asesor espiritual del Movimiento”, señala GK.

 

Esto es lo que respondió el Sodalicio a GK, tratando de desmarcarse del escándalo: “(Intriago) tuvo algunos diálogos y reuniones para conocer las iniciativas apostólicas, pero no un proceso de formación. Siendo un sacerdote diocesano, manifestó una cercanía espiritual y apostólica con el Sodalicio, pero nunca fue miembro del Sodalicio de Vida Cristiana”.

 

No es la misma percepción que recuerdan un par de exsodálites por el mulero firmante. Por este servidor, es decir. Ni es la misma impresión que guarda Osterling. “Luis Fernando Intriago tenía sintonía con la espiritualidad y el estilo del Sodalicio. En una de las tantas venidas a Perú, una vez en Arequipa daba misa en la casa y se parecían mucho a las misas de los sacerdotes sodálites. Él iba aprendiendo del estilo sodálite: se hospedaba en comunidadessodálites, conversaba con muchos sodálites, quería hacer apostolado de manera sodálite”.

 

El informe periodístico del portal GK es extenso y documentado y solvente. Tomó siete meses elaborarlo. Recoge diez testimonios que fueron ofrecidos, “de forma libre y voluntaria”. Y ha suscitado, por lo pronto, un comunicado del arzobispado de Guayaquil, el cual comentaremos más adelante, en otro post.