Luis Fernando Intriago, el cura guayaquileño que ha saltado a la palestra mediática ecuatoriana debido a sus perversiones sexuales, era técnicamente un adscrito del Sodalitium. Es decir, no es un sodálite propiamente dicho, pero sí un afiliado. Un miembro allegado formalmente a la organización creada por Luis Fernando Figari en el Perú, si no quedó claro. La misma figura se aplicaba en el caso del sacerdote peruano Elmer Norabuena. Se usaba usualmente en clérigos diocesanos. Por lo demás, Intriago era un partidario abierto de Figari, y ambos se consideraban amigos.

 

De hecho, para Figari el religioso ecuatoriano era su mejor posibilidad de ingresar a tierras ecuatorianas. Lo veía como su punta de lanza. Como el ariete que le hacía falta para abrir sus fronteras. Y expandirse, obvio. Figari lo vio como una manifestación del Espíritu Santo.

 

Uno de los pocos videos rescatados donde se aprecia a Figari rodeado de miles de jóvenes, antes de que el Sodalicio desaparezca los textos, fotografías e imágenes grabadas de su fundador, lo muestra en un evento en Guayaquil, en el año 2009. “Eran los años climáticos del poderío y la popularidad de la organización limeña. Pero dos años después, la revelación de delitos sexuales, abusos psicológicos y torturas en el Perú hundiría a la plana mayor del Sodalicio de Vida Cristiana –y arrastraría con ellos a toda su organización- en las arenas movedizas del escándalo y el desprestigio”, anota el portal GK, autor de la denuncia contra el clérigo de Guayaquil.

 

Intriago mantiene relaciones fluidas y cercanas con el Sodalicio desde, por lo menos, el año 1996. Hasta el 2014, aparentemente. Sobre el particular, GK señala que el Departamento de Comunicación del Sodalicio le notificó que el Consejo Superior, la máxima instancia de gobierno del movimiento figariano, “a inicios del 2014 conoció denuncias de conductas inapropiadas del Padre Intriago, y ante la gravedad de las mismas, procedió a formalizar su separación en febrero del 2014, y a informar al Arzobispo de Guayaquil”.

 

Habría que añadir que dicho Consejo Superior ya estaba al tanto de lo que se le venía a Figari en la investigación Mitad monjes, mitad soldados, que elaboramos Paola Ugaz y el autor de este post. Ergo, inusualmente, a diferencia de casos anteriores, como los de Virgilio Levaggi, Germán Doig o Jefferey Daniels, o el del propio Figari, en el Caso Intriago se volvieron proactivos. Como nunca, valgan verdades.

 

Pero claro. Aun así. Con todos los indicios contra el ensotanado depravado, los sodálites tampoco presentaron cargos ante ninguna autoridad civil. Como jamás lo hicieron otros organismos institucionales de la iglesia católica, la verdad. Lo cual no llama a sorpresa, por cierto.

 

Algunas denuncias fueron formalizadas vía las instancias eclesiales. Como la Congregación para la Doctrina de la Fe, por ejemplo. Quien las tramita es monseñor Arregui, arzobispo de Guayaquil por esa época, pues luego se retira en el 2015. Intriago apeló en mayo del 2015. El entonces prefecto del exSanto Oficio, el cardenal alemán Gerhard Müller, rechazó su defensa.

 

“Consta en las actas que el reo fue repetidamente amonestado de manera no formal, primero en el 2003 a causa de su comportamiento homosexual activo y luego en el 2009, a causa de las noticias del Ordinario acerca del escándalo que provocaba en algunos de los fieles los continuos encuentros nocturnos del reo con los jóvenes”, enfatiza el dicasterio en mención.

 

“Según el decreto firmado por el cardenal Müller –dice GK-, el reverendo Intriago había catalogado su comportamiento como ‘simple conducta morbosa y reprochable’”. Intriago alegó asimismo que no hubo escándalo “ni denuncia ante los tribunales civiles ni ante los medios de comunicación del país”, sabiendo que este par de tópicos son los que suelen molestarle más a la institución católica. Más incluso que el padecimiento de las víctimas, todo hay que decirlo.

 

GK consultó sobre el particular con monseñor Luis Gerardo Cabrera Herrera (O.F.M.), de 62 años, actual arzobispo de Guayaquil. Su descripción de los hechos no deja de escarapelar un poco, y, de alguna forma, su explicación se parece a la que pretendieron esgrimir algunas autoridades del Sodalicio cuando reventaron los escándalos sexuales en la agrupación peruana, relativizando los hechos. Varios jerarcas del Sodalicio describieron los abusos físicos y maltratos psicológicos como “excesos de rigor”. Estas declaraciones están consignadas por la fiscalía peruana. 

 

Pero volviendo a Ecuador. Cabrera compara lo sucedido con la esclavitud. “Antes estaba legalizada y parecía normal. Después se tomó conciencia, se hizo todo lo posible para abolir la esclavitud porque eso era un acto gravísimo. En el campo de la sexualidad es algo parecido. Hoy por hoy las cosas están muy claras, de tal manera que para la Iglesia Católica el abuso sexual debidamente comprobado es considerado un crimen, un delito”. 

 

Por su parte, el obispo auxiliar, Iván Minda, abona con argumentos que van en la misma línea. GK lo cuenta así: “(Minda) recuerda que antes en la Iglesia existían las penitencias, las disciplinas. ‘Creo que más bien va por esa idea, y exagera, pues, ¿no? (en alusión a Intriago, obvio) (…) parece que les convencía a los jóvenes de que tienen que entrar por ese camino, que se arrepientan de sus pecados; y a los métodos les decimos ‘extraños’ porque no son métodos aprobados ni usuales’”.

 

Sobre por qué la institución católica no denunció estos hechos ante el fuero civil, esto fue lo que respondió el arzobispo de Guayaquil, en plan Cipriani. O en plan Francisco, si me apuran. “Al nivel civil nosotros no tenemos nada que hacer”. GK indica, además, que el arzobispo Cabrera fue solicitado por la fiscalía, la que le requirió cierta documentación, como el decreto de suspensión contra Intriago, pero la máxima autoridad de la iglesia guayaquileña respondió que no podían entregar tal documento “porque es un documento interno”.

 

GK publicó esta bomba periodística el pasado miércoles 9 de mayo. Y el efecto mediático fue el de una bomba racimo que se esparció desde Guayaquil hasta Quito, o al revés, pasando por Cuenca (donde se han denunciado recientemente dos casos más de pederastia clerical).

 

El viernes 11 de mayo, la arquidiócesis de Guayaquil emitió un comunicado, reiterando su compromiso de “tolerancia cero” (el cual, ya sabemos, no es más que un enunciado demagógico en boca de las autoridades de la iglesia, incluyéndolo al máximo pontífice).

 

Unas cuantas líneas después, esgrime que en el caso del cura carnal del Sodalicio procedió “con celeridad y transparencia, tanto en el campo de la justicia ordinaria como en el canónico”. Precisa, asimismo, que en el ámbito canónico el juicio que se le está siguiendo a Intriago es por “conductas inapropiadas” “y la inobservancia de las medidas precautelares”, que sabe dios qué significa eso.

 

Y culmina de la siguiente forma, luego de solidarizarse al aire con las víctimas, subrayando que el compromiso de la arquidiócesis de Guayaquil es “colaborar con las autoridades competentes en casos de abusos perpetrados por miembros del clero”.

 

El mismo párrafo cínico e hipócrita que siempre sirve de lazo y de firma al pie de los comunicados de estos fariseos de negro y púrpura, o sea.