ECA es el acrónimo de Ending Clergy Abuse (Poniendo fin al abuso clerical). Se trata de un proyecto global emprendido por un grupo de  personas comprometidas en la descomunal batalla en contra del abuso y la impunidad y el encubrimiento de la pederastia perpetrada por curas católicos. Esta iniciativa multinacional fue anunciada el pasado jueves en Ginebra, en una conferencia de prensa.

 

En ella se encuentran víctimas y activistas y defensores de los derechos humanos de quince países. La misión de esta entidad es compeler y acuciar a la iglesia católica a erradicar los abusos sexuales de su organización.

 

“La iglesia se ha librado de sus crímenes desde hace demasiado tiempo”, expresó el británico Peter Saunders en la rueda de prensa que anunciaba la creación de ECA. Y añadió: ECA quiere “forzar a la iglesia católica a poner fin a los abusos dentro de la misma, en particular sobre niños, para proteger y reclamar justicia para las víctimas”. Saunders fue miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, creada por el papa Francisco y a la cual renunció por considerarla una estafa, pues nunca se le inyectó financiamiento para su puesta en marcha.

 

Por su parte, el chileno José Andrés Murillo, uno de los principales denunciantes del depredador sexual Fernando Karadima y director de la Fundación por la Confianza, y que recientemente fue recibido por el papa Francisco, comentó que ha habido “progresos en algunos países, gracias al valor de las víctimas que se atrevieron a levantar la voz. Pero en muchos otros lugares del mundo, intentan hacerlas callar”, dijo en alusión a África, América Latina y Asia. “ECA tiene la ambición de convertirse en su voz”, enfatizó.

 

Entre sus objetivos, la flamante organización quiere ponerle término a los “mecanismos estructurales” que se encuentran instalados en la institución católica y son los que “permiten estos abusos, pero también quiere apoyar a las víctimas y ayudarlas a ponerse en contacto con las asociaciones locales e internacionales para obtener justicia”, agregó Murillo.

 

A pocas semanas de la visita del papa Francisco a Ginebra, el francés Francois Devaux, presidente de La Parole Liberée (La Palabra Liberada), pidió al líder de los católicos que anuncie “acciones concretas” y ponga en marcha “auténticas investigaciones” y un tribunal específico para procesar estos casos.

 

Los que vienen siguiendo este fenómeno perverso, que parece avanzar a un ritmo descontrolado en todos aquellos lugares donde está presente la iglesia católica, habrán observado que el pontífice argentino anunció el pasado 17 de mayo una serie de “cambios” para restablecer la justicia dentro de la iglesia católica de Chile, signada por numerosas denuncias de pedofilia clerical. No obstante, luego de haber pedido la dimisión de todo el episcopado chileno, algo absolutamente inédito, todavía no se sabe qué viene a continuación. Por lo pronto, no se conoce de ninguna sanción contra los prelados apañadores.

 

Pero volviendo a ECA. Esta iniciativa no habría sido posible sin la visión de la norteamericana Barbara Blaine, quien falleció tempranamente en septiembre del 2017. Blaine fue la fundadora de SNAP, la mayor red de sobrevivientes de abusos sexuales perpetrados por curas católicos. Y renunció a su fundación, luego de una treintena de años, para darle un vuelco a su batalla. Fue así como reunió a un grupo variopinto y multinacional en Washington, donde encendió la mecha e inspiró y motivó a los convocados.

 

Lamentablemente, Blaine murió inesperadamente, al mes de la cita en la capital de los Estados Unidos, dejando cosas pendientes y proyectos incipientes, como ECA. No obstante, como una forma de honrar su memoria y seguir su ejemplo, el grupo siguió madurando la idea germinal de Barbara, y continuó dándole forma a su idea. En Varsovia. En Cracovia. En Santiago. En Lima. Y ahora, desde Ginebra, se ha presentado al mundo.

 

“Solo poniendo el foco en los casos, revelando la maldad, se logran cosas”, comentó aquella vez en una de las reuniones de discusión sobre qué hacer para terminar con los mecanismos de encubrimientos, para lograr que el Vaticano rinda cuentas de los abusos cometidos. “Tenemos que crear algo para que esta perversidad, que se hace en nombre de dios, se detenga y no se siga expandiendo”, dijo Blaine, a quien le preocupaba sobremanera que no exista una autoridad en el mundo que le exija transparencia a la iglesia católica. “¿Podemos crear un mecanismo de presión externa?”, fue una de las tantas preguntas que dejó Barbara Blaine en el aire. He ahí el reto de ECA.

TOMADO DE LA REPÚBLICA, 10 DE JUNIO DEL 2018