ACI Prensa es el nombre de la agencia católica de informaciones que se creó en marzo de 1980 con dinero del Centro de Animación Misionera (CAM) y el auspicio de la Asociación Promotora de Apostolado (APRODEA), entidad del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), que fundó Luis Fernando Figari.

 

“Entendemos nuestro trabajo como un medio de apostolado (…) desde un radical compromiso de fe y sin contubernio con el error y la mentira”, decía el encarte que venía adosado al primer número de papel dedicado a denostar al teólogo suizo Hans Küng y que fue escrito por Virgilio Levaggi, uno de los principales jerarcas sodálites de los ochentas. También tuvo un rol protagónico en la creación de este medio el también miembro de la denominada “generación fundacional”, Alfredo Garland Barrón.

 

Su director actual es Alejandro Bermúdez, quien desde que asumió dicha función, hasta la fecha, se ha encargado de mantener el estilo sodálite y figariano de siempre. Macartista. Homofóbico. Ultraconservador. Intransigente. Acomodaticio.Y al revés de lo que predicó en su primer número, en contubernio con el error y la mentira.

 

Sus métodos y sus enfoques, por lo demás, son totalmente maniqueos. Y sus prácticas las acaba de sacar a la luz la periodista chilena Camila Bustamante en Twitter, luego de ver el rol que jugó uno de los reporteros de Alejandro Bermúdez en la conferencia de prensa que brindamos Carlos Rivera y Sigfredo Florián, mis abogados defensores del Instituto de Defensa Legal (IDL), y este mulero querellado por un obispo bravucón, en el local de esta institución en Pardo y Aliaga en San Isidro.

 

Camila trabajó hace años en la plataforma “informativa” de Bermúdez. O sea, conoce al monstruo por dentro. Y la pobre ha padecido al susodicho, que también ha sido descrito en más de una ocasión por el bloguero y exsodálite Martín Scheuch en su portal Las líneas torcidas.  

 

“ACI, fiel a su estilo matón, vuelve al origen, tratando de enlodar al mensajero (…) No me extraña. Trabajé ahí y sé cómo funcionan ante estos casos. Imagino la conversación de Bermúdez con (su) ‘periodista’. Debe haber sido algo como: ‘Anda a la conferencia y reviéntate a @chapatucombi (este servidor, es decir). Es lo que suele hacer. Fui testigo de ese manejo y partícipe”, confiesa de paso Bustamante, enarbolando una honestidad brutal que la enaltece.

 

Acto seguido, revela un correo enviado por Bermúdez a quienes debían “cubrir” una conferencia de Anselm Grün, donde les indica: “Vamos a reventarnos a Grün anunciando la charla pero linkeando el artículo con todas las críticas a Grün. ¿Crees que podríamos mandar a alguien inscrito que vaya como ‘participante’ (y) no como periodista?”.

 

¿Qué tal? ¿Cómo calificar esta “magistral clase de periodismo” que incluye celada, emboscada y sabotaje? Bueno. Les presento a Alejandro Bermúdez en acción. El mismo que evoca Martín Scheuch. Y el mismo que recuerdo yo. Un matachín de manual. Un camorrista cagón. Un gallito de campanario. O algo así. Porque eso es el chulo de Figari. Un matasiete a cargo de una agencia que entiende que su misión es imponer sus verdades de a puño y castigar y desacreditar a quienes él considera “enemigos de la iglesia”.

 

Pero volviendo al caso de Grün. Anselm Grün OSB (Baja Franconia, 1945) es un monje y cura alemán, doctor en teología, que coctelea la espiritualidad tradicional cristiana con la psicología moderna. Es autor de más de trecientos libros sobre el tópico y más de catorce millones de sus publicaciones han sido vendidas y traducidas a treinta idiomas. Y dicta cursos, charlas y conferencias alrededor del mundo.

 

Es un tipo exitoso, digamos. Uno podrá discrepar o no de lo que dice o predica, pero que tiene su público, parece que lo tiene. Algo que, al parecer, le desespera a Alejandro Bermúdez Rosell. Según el director de ACI Prensa, Grün es una suerte de hereje, que ha “reducido las Sagradas Escrituras a un ‘manual de terapia psicológica’”. Y en ese plan.

 

“Imagínense lo que fue el caso #Karadima en ACI Prensa. Yo estaba ahí en ese tiempo, así que lo sé de primera fuente. Participé en el tratamiento de los temas también. No me extraña lo que le hacen ahora a Salinas”, añade Camila Bustamante en un tuit del 16 de agosto.

 

Cabe recordar que la última vez que apareció públicamente Bermúdez echando mierda con ventilador por el Twitter, un hábito que mantuvo durante demasiado tiempo, se produjo precisamente al término de un incidente ocurrido con Camila Bustamante, luego de la publicación de Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), cuando el Sodalicio, la controvertida organización a la que pertenece Bermúdez desde tiempos inmemoriales, estuvo en la picota.

 

Ya adivinarán la escena. El fiel discípulo de Figari, consecuente con su talante procaz y bilioso, disparaba con ametralladora contra quien osara levantar una palabra crítica contra su institución o su querido y admirado fundador. Camila, observadora lejana de los insultos propalados por Bermúdez contra quienes opinaban distinto a su juicio, decidió intervenir y le escribió frontalmente: “Trabajé en ACI y me escandaliza que escandalices a los demás con falta de caridad”. La respuesta patanesca de Bermúdez contra Camila, quien en ese momento estaba embarazada, fue: “Lo bueno de la ACI es que sacamos la basura temprano”.

 

En ese instante intervino el también (sodálite) adherente Manuel Rodríguez Canales para ponerle coto a la discusión (algo inédito, por cierto: el Sodalicio nunca ventila discrepancias en público), e hizo lo propio Alessandro Moroni, superior general del Sodalicio, quien también tuvo que entrar a mediar para, literalmente, “amarrar al perro”.

 

Para que no se repita, supongo, lo que ocurrió con el actor Jason Day en su momento. Day, luego de escribir una columna en La República (22/2/2014: antes de que reventase la investigación periodística que dio cuenta de los abusos del Sodalitium), donde trajo a la memoria un episodio bastante sospechoso protagonizado por un cura sodálite durante los preparativos para su primera comunión en el exclusivo colegio Markham. Day, inferirán, recibió un huayco de epítetos de todo calibre.

 

“Mentiroso”. “Proaborto”. “Activista gay”. “Actor de medio pelo”. “Falto de cerebro”. “Vale poco”. Y para que vean cómo este tipo de ataques sodálites suelen estar sincronizados, Erwin Scheuch, otro de los líderes de esta organización que ha participado activamente como uno de los engranajes de este sistema de abuso de poder, intervino desde Panamericana Televisión. Negándolo todo, como ha hecho Scheuch con todas las denuncias que se formularon contra el Sodalicio desde el año 2000 hasta el 2016, que declaró ante la fiscalía, donde siguió negándolo todo. Y para variar, volviendo al cuento, deslizó que podría haber una demanda judicial contra Jasoy Day. “Tendrá que atenerse a las cosas que vengan, si no existe una acusación concreta”. Lo típico en ellos, digamos.

 

Luego de la actuación de Scheuch, volvió Bermúdez a la carga. “Actor ataca a la Iglesia para frenar denuncias contra su campaña pro aborto”.Y la nota está dedicada a desvirtuar su testimonio. A relativizarlo. También entró a tallar el Sodalicio de forma institucional, con comunicados oficiales, instándolo al destacado actor a que precise mejor su denuncia, que diga el nombre del supuesto sacerdote sodálite del relato que publicó en La República, con la pretensión de acorralarlo. “De lo contrario, su testimonio constituiría una conducta difamatoria”, escribió la Oficina de Comunicaciones del Sodalicio. Siempre amenazando judicialmente.

 

Bermúdez, aleonado y violento, le exigió al “actor pro aborto” que denuncie con pruebas. “Le va a salir cara”, le advirtió con tonito de ultimátum. “Yo les voy a explicar por qué no se atreve a nombrar al sacerdote: porque ese sacerdote no existe. El señor Jason Day ha inventado esta historia”, chilló Bermúdez en su podcast de ACI Prensa.

 

El nivel de agresividad contra Day era el tradicional y característico, hasta que se hicieron públicos los abusos de todo tipo perpetrados al interior del Sodalicio a lo largo de cuatro décadas, y recién dejaron de hacerse notar, bajando el volumen y los decibeles, metiendo el rabo entre las piernas, denotando un supuesto cambio de actitud, todo esto hacia el 2016, aproximadamente. Pero ya ven. La mesura y la humildad les duró poco. Apenas un par de años nomás. Pues lo de Eguren y los nuevos embates de Bermúdez y su pasquín digital son síntoma de que el Sodalicio está volviendo a lo suyo. Al ataque artero que pretende intimidar para silenciar a sus críticos.

 

La historia de Day, por cierto, terminó dándole toda la razón al actor. El cura existía. Y su nombre se hizo público. Luis Ferrogiaro Dentone era su nombre. Con el tiempo nos enteramos de que el clérigo sodálite Ferrogiaro llegó a tener varias denuncias ante el Tribunal Eclesiástico, las cuales, dicho sea de paso, ningún medio les ha hecho seguimiento. Al día de hoy no conocemos el paradero de Ferrogiaro luego de una licencia que le otorgó el Sodalicio. 

 

La periodista Rosa María Palacios escribió en Exitosa Diario: “Conozco gente estupenda en el Sodalitium. No entiendo cómo pueden haber manejado este asunto tan mal. Con el afán de taparlo todo, lo que han hecho es generar duda”.   

 

Bueno. Todas estas historias vienen a cuento porque ahora ACI me dedica la siguiente nota: “Arzobispo demanda por difamación a polémico periodista en Perú”. Y en ella sugiere que acuso al obispo sodálite José Antonio Eguren de traficante de tierras, cuando las veces que me he referido a ese asunto en particular ha sido en condicional y citando reportajes elaborados por periodistas de investigación solventes de la cadena Al Jazeera. Les recomiendo, ya que estamos en este ítem, que vean en YouTube el informe titulado The Sodalitium scandal. Hay una versión con subtítulos en castellano. Véanla y después me cuentan. Véanla y después me dicen si a ustedes no les dejan dudas razonables de que algo raro hay ahí que no ha sido esclarecido del todo. Véanla y juzguen ustedes mismos.

 

Lo más lisérgico viene luego. Cuando la nota de ACI Prensa insinúa que tengo poderosos contactos y conexiones con la Fiscalía porque mi empresa consultora en comunicaciones brindó sus servicios de asesoría periodística durante el mes de enero de este año al Ministerio Público para realizar durante ese tiempo perentorio algunas actividades informativas con medios, directores y columnistas de opinión, con el propósito de explicar el Caso Lava Jato. Algo que ya he comentado reiteradamente en varios medios y está todo detallado en el portal de Transparencia.

 

Pero nada. Como le dije a Milagros Leiva hace unos días, hay gente que quiere creer lo que quiere, a pesar de la verdad. En ese sentido, me vale madre lo que piensen los prejuicios y los obtusos e impermeables a la razón. Ahí no hay nada que hacer, y me rindo. Ahí no hay razón que valga. Como con los sodálites necios en plan Bermúdez o los “sodálites lovers” como el reporterito que se prestó al juego de su director. Porque de súbito hasta meten a Odebrecht en sus ficciones, ¡por dios! Y encima citando a un periodista de perfil insubsistente que escribe en un diario fujimoristón –y vladimoristón también-, y que es fan de los sodálites y de Juan Luis Cipriani (con quien ha trabajado cercanamente), vuelven a hacer onanismo coral respecto de mis “poderosísimas influencias en la Fiscalía”. Si ello fuese así, no nos habrían asignado a la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez, y hace rato que se habría zanjado el Caso Sodalicio, ¿no? Ya tenemos dos años de litigio y no pasa nada. Digo nomás.

 

Y bueno. La supuesta pieza informativa remata señalando que, por si acaso, Alejandro Bermúdez “no participó en la redacción de esta nota”. Estoy seguro de que no (risas). Como también estoy seguro, eso sí, de que la leyó, la releyó, la corrigió, y "la mejoró". En fin. 


Perdonen la extensión del texto, pero nada. Sentí la necesidad de replicar a este bufón narcisista y desaforado llamado Alejandro Bermúdez Rosell, director de ACI Prensa, la agencia de noticias vinculada al Sodalicio de Vida Cristiana que, hoy por hoy, está demostrando una vez más con sus incongruencias agresivas y deshonestas, que los chacales siguen vivos.

 

Es verdad que a veces cansa dedicarle tiempo a estos desplantes de energúmenos que no hacen más que proferir disparates y majaderías para disfrazar otras cosas. Pero es domingo y tenía aligerada la mañana y he visto que hay algunos ilusos y calzonudos que se creen a pie juntillas las bajezas y las insinuaciones alacranescas de Bermúdez, quien es, si me preguntan, un personaje involuntariamente cómico. 

 

Lo inquietante aquí, no sé si se han dado cuenta, es que el Sodalicio ha resucitado y ha vuelto a sus antiguos métodos. Y ello solo significa una cosa. Que no han cambiado un pelín. Que su cultura de abuso sigue vigente. Que su totalitarismo frenético en forma de chip mental continúa ahí, prendido como una grapa, asido como una garrapata. Que han vuelto a las andadas, aunque con un poco de retraso, es verdad.


Y el Sodalicio ha resucitado, déjenme añadir, porque la iglesia católica lo ha permitido. Su indulgencia evidente, y el hecho de no disolverlos, como debió hacerlo el Vaticano a través de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, ha permitido que esta institución tóxica y totalitaria siga más viva que nunca y campee a sus anchas con absoluta impunidad. 

 

Sé que es inútil y vano, además de correr el riesgo de caer en su juego maquiavélico, condescender a tratar de desmentir las calumnias. Porque la vileza cobarde, ya saben, no tiene cura. No importa. Igual quería regalarles este texto.