“Terminamos de desayunar (…) Subí al carro con mi papá (…) Mi papá encendió el carro con sus llaves (…) Escuché unos disparos pero pensé que eran cuetones por la cercanía con la navidad. Eran bajitos, pero eran cada vez más y más (…) Cuando me di cuenta, había gente alrededor del carro, sobre todo cerca del lado de mi papá. Yo me asusté mucho y me bajé del carro. Entonces traté de correr hacia mi casa. En la puerta estaba Martha, estaban mis hermanos. Y seguían disparando. No sabíamos qué hacer en ese momento. Mi papá no bajaba del carro (…) Yo lo subí a un taxi y así lo llevé hasta el hospital. Cuando llegamos al hospital, recién pude mirarle la cara. Tenía varios impactos de bala en la cara, en la cabeza. Nunca más volvió a decir nada. Nunca más volvió a estar con nosotros”, relató ante la Comisión de la Verdad, Flor Huilca, la hija mayor de Pedro Huilca Tecse (1949-1992), el legendario Secretario General de la Confederación de Trabajadores del Perú (GGTP), un hombre de pequeña estatura, buen talante, ideas firmes, pelo negro azabache.

 

Huilca fue asesinado el 18 de diciembre de 1992, pocas semanas después de su participación en la reunión anual de la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE), y a escasos metros de la puerta de su casa, en presencia de sus hijos, en el distrito de Los Olivos. Al inicio se quiso atribuir el homicidio a Sendero, pero las investigaciones posteriores implicaron al Grupo Colina.

 

Mesmer Carles, uno de los miembros del Grupo Colina declaró que “el técnico Pedro Pretell Damaso es el que asesinó a Pedro Huilca Tecse (…) con orden superior del general Rivero Lazo. El general Rivero Lazo, en mi presencia, ordenó al mayor Martin que asesine a Pedro Huilca Tecse, porque él había amenazado que iba a realizar paros nacionales para 1993. Estas declaraciones pueden apreciarse en el documental “Su nombre es Fujimori” (2016), del director Fernando Vílchez.

 

El nombre de este grupo paramilitar se lo da el capitán Santiago Martin Rivas en homenaje al capitán José Colina, a quien conoció en 1981 durante el conflicto con el Ecuador. Colina se habría infiltrado en las filas de Sendero Luminoso. Pero el 13 de noviembre de 1984 es ejecutado por una patrulla militar en Huancavelica. Algunos dicen que los soldados lo confundieron con un terrorista y, en consecuencia, le dispararon a mansalva. Otros dicen que no. Que durante su misión descubrió que malos elementos de las fuerzas armadas participaban del tráfico de cocaína, y lo habrían eliminado porque temían que Colina los denuncie.

 

Como sea. El apellido de Colina es manchado cuando Martin decide, en 1991, bautizar así a su grupo de asesinos, integrado por Guillermo Supo, Nelson Carbajal, Arturo Arce, Hugo Coral, José Alarcón, Carlos Caballero, José Gamarra, Carlos Salazar, Jorge Benitez, Julio Chuqui, Marco Flores, Clemente Alayo, Fernando Lecca, entre otros.

 

El presente libro de autoría del destacado abogado penalista Gonzalo Salas es, en este sentido, un valioso documento que nos revela cómo la impunidad del crimen de Pedro Huilca nos concierne a todos. En este se señala algo bastante grave. Y es que, Alejandro Toledo habría buscado negociar con el fujimorismo la impunidad del crimen de Pedro Huilca ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos a cambio de un favor político.  

 

Más todavía. Como advierte Salas, “han transcurrido más de 25 años desde el asesinato de Pedro Huilca Tecse, y a pesar de la existencia de suficientes elementos probatorios de cargo que constituyen mucho más que indicios para procesar judicialmente al exPresidente de la República del Perú, Alberto Fujimori, este crimen de Estado sigue empantanado en la impunidad, encubierto por las más altas autoridades de los tres poderes del Estado, como una marca de vergüenza nacional”.

 

Este es un libro que dispara contra la indiferencia ciudadana. Porque si bien con el fin de la autocracia fujimorista se acabó el Estado represivo y se desarticularon los grupos paramilitares, la indolencia ante las víctimas de la violencia persiste. Los daños y las responsabilidades siguen ahí. Por eso la importancia del libro de Salas, que no se calla estas cosas. Porque ya saben. El silencio es olvido. Y, como dijo el filósofo español Manuel Reyes Mate, “una sociedad que quiere estar reconciliada debe hacerlo, no desde el olvido, sino desde la memoria y el perdón”.

 

Porque a ver. Si pasamos página, haciéndonos de la vista gorda de los asesinatos que quedaron impunes, estamos condenados a que aquello, más temprano que tarde, se repita.