Llevo varios días dándole vueltas a la cabeza, hasta que leí el post de Martín Scheuch en su blog Las líneas torcidas. El artículo es sobre el último comunicado del Sodalicio luego de su asamblea general en Aparecida, Brasil, donde el comisario vaticano, Noel Londoño, les perdonó la vida, y, en lugar de disolverlos, les echó un salvavidas.

 

El comunicado en cuestión da la sensación de que el Sodalicio, de súbito, ha cambiado radicalmente. En consecuencia, ya no es lo que era antes. Una institución en la que se estableció una cultura de abuso de poder a través de una estructura vertical y totalitaria diseñada por Luis Fernando Figari y llevada a la práctica con la comparsa de su “generación fundacional” y los que llegaron posteriormente a ocupar puestos de mando, es decir.

 

Dice el Sodalitium: “Reconocemos que en nuestro pasado (…) hubo autorreferencialidad, soberbia, poca apertura, poca capacidad de escucha y de autocrítica”. Hubo. O sea, ya no hay. Porque supuestamente han devenido en otra entidad. Han tomado conciencia del mal que han hecho y ahora son otros, muy distintos a los autómatas psicomatones de antaño. Empero, para ser honestos, en su manifiesto da la impresión de que no es tan así la cosa.

 

Martín Scheuch, como saben muchos, fue reconocido como víctima por las dos comisiones, pero como fue el único que señaló al poderosísimo cura Jaime Baertl en un evento de connotaciones sexuales, decidieron excluirlo, revictimizándolo una vez más. Hasta el día de hoy, figúrense. Encima nos enteramos por Scheuch que trató de comunicarse hace poco con el nuevo superior general, José David Correa, “a fin de iniciar un diálogo reconciliador”. Y qué creen. Todavía no le responden.  

 

Y luego de enumerar una serie de hitos que hacen dudar sobre la conversión de este grupo católico, Martín escribe: “Todo ello me lleva a la conclusión de que el Sodalicio sigue siendo el mismo de siempre. Hay falta de transparencia, pues a pesar de que ellos afirman que han cambiado, nadie sabe en qué consisten esos cambios”. Si me preguntan, también pienso lo mismo. Que las transformaciones han sido solamente cosméticas. Porque a ver si les queda sumamente claro. Hasta que no les pidan perdón personalmente a las víctimas, nada habrá cambiado. Ver para creer.

Tomado de La República 17/2/2019