La idea se le ocurrió a Cecilia Laca. Juntarnos en un programa de radio en horario estelar, de lunes a sábados, para interrogar a políticos y comentar la coyuntura. César Lévano era el periodista experimentado, curtido, de buenas maneras, y yo, el novato, vehemente, irreverentón. Lévano encarnaba el pensamiento de izquierdas, y yo, el liberalismo de derechas. O algo así. El experimento funcionó. Lévano y el arriba firmante éramos como polos opuestos en los que prevalecía el respeto a pesar de la discordancia.

 

Hasta que nos sorprendió el zarpazo del 5 de abril de 1992. Ahí nos fusionamos y nos convertimos en un puño. Hasta nos ganamos un premio nacional, en 1994, por defender y visibilizar de forma sistemática los casos de detenidos injustamente por terrorismo. Parte de esta aventura radial en la extinta Antena Uno, que duró varios años, era nuestra productora periodística Danitza Palomino.

 

Más tarde, si la memoria no me falla, cuando Antena Uno cambió de propietario y se convirtió en CPN Radio, trabajamos un tiempo más juntos y luego nos separaron. Nos reencontramos nuevamente en diciembre del 2008, cuando ambos fuimos invitados a presentar la segunda edición, corregida y aumentada, de Cambio de palabras, el magnífico libro de entrevistas de César Hildebrandt, en la 29ª Feria del Libro Ricardo Palma. Y la última vez que hablé un rato con él fue cuando la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos lo condecoró con el premio anual en el 2011. Hablaba más pausado que de costumbre y estaba en una silla de ruedas.

 

Guardo los mejores recuerdos de Lévano y de esos tiempos en Diálogo Abierto, el programa que conducíamos. Trabajar con él constituyó un hito en mi aprendizaje como periodista. Ahora se ha ido. Y a mi cabeza volvieron todo tipo de evocaciones. Las chácharas que teníamos antes y después de los programas. Sus inagotables anécdotas (como aquella de que su nombre verdadero era Edmundo, o aquella otra, trágica, en la que un auto le pulverizó la pierna). Su voz parsimoniosa. Su estilo sencillo y modesto. Los varios idiomas que dominaba y que aprendió en la cárcel.

 

Lévano era un ser extraordinario y de mil historias. Gran periodista, buen escritor, firme en sus ideas y claro al hablar. Así lo recordaré siempre en mi memoria.


Tomado de La República, 31 de marzo del 2019