No es lo usual. Ni lo cotidiano. Pero los hay. Me refiero a los obispos que saben encarar con aplomo la plaga de los abusos sexuales. Y estoy aludiendo en concreto a monseñor Kay Schmalhausen, prelado de Ayaviri y exsodálite, para más señas. Es que acabo de leer con agrado una entrevista que le hizo la periodista Elise Harris del portal Crux en la que le entra al trapo sin temor y con algunas ideas que la Conferencia Episcopal Peruana debería recoger.

Schmalhausen reconoce hidalgamente, y desde el saque, que cuando se enteró de un caso de abuso sexual en el año 2010, no supo cómo reaccionar. “Solo posteriormente pude procesar y confrontarme con esta realidad (…) dramáticamente dolorosa”, le dice a Crux.

“Puedo dar fe que algunas de las víctimas viven verdaderos infiernos interiores: miedo, soledad, estrés post-traumático, ansiedad, pensamientos suicidas, desintegración personal son solo algunos de sus componentes. Estamos hablando aquí de vidas destrozadas, y muchas de ellas de por vida”, añade.

Y claro. Cualquier lector que revisó la entrevista en Crux o en La Mula (que la reprodujo en castellano) debe haber pensando lo mismo que el arriba firmante. Qué lástima que no haya más obispos como Kay Schmalhausen. Empáticos con las víctimas, firmes contra los depredadores y sus encubridores, y honesto en el reconocimiento de los despropósitos y dislates de la iglesia católica.

Propone, entre varias cosas, que las conferencias episcopales tomen la iniciativa de investigar las denuncias de “abusos de cualquier tipo, sexual, de poder, de autoridad, o de cuestiones económicas”. Que en estas indagaciones participen laicas y laicos especializados en el tópico, pues no cree que los obispos sean buenos jueces frente a este nefasto fenómeno.

Y tiene duras críticas contra la indolencia de muchos de sus colegas. Contra la falta de medidas puntuales para reparar a las víctimas. Contra la insuficiente medida de expulsar del estado clerical a los pedófilos, o aquellas “sanciones” que “condenan” a vidas retiradas “de oración y penitencia”. Y en ese plan.

También pide la excomunión para predadores, como su exlíder Luis Fernando Figari, y una revisión de “los movimientos y nuevas realidades eclesiales” (como el Sodalitium, si no quedó claro) debido a los evidentes “síntomas de enfermedades similares entre sí”. Vaya. Mis felicitaciones al monseñor.

Tomado de La República, 7 de abril del 2019