Me llegó al WhatsApp el video de un argentino, hablándole a la cámara de su teléfono, despotricando contra los miembros de la comunidad LGTB. El tono es peyorativo. Y el mensaje es regurgitado con la arrogancia del fanático. “¿Por qué no se van a vivir todos ustedes a una isla LGTB? Los ayudamos a construir sus casas, si quieren. Total, como no pueden reproducirse, ahí se van a morir. Quieren hacernos creer que reclaman derechos, pero en realidad están reclamando privilegios. Ustedes lo que quieren es pervertir a nuestros hijos. Hagan lo que les dé la gana con su vida, pero no vamos a permitir que impongan sus ideas a nuestros hijos. El LGTB es un movimiento perverso que atenta contra los principios morales de la familia”. Y en ese plan.

 

Era la homofobia pura y dura. Lo que más me sorprendió, por cierto, fueron los comentarios que surgieron luego de propalado el video. “Estoy de acuerdo con este señor”. “Dice lo que muchos piensan y no se atreven a decir”. “Bastante de lo que se dice ahí es correcto”. Y así.

 

Es la constatación, una vez más, de lo profundamente arraigado que está la discriminación y el odio a las minorías sexuales en todas partes. En Buenos Aires, en Lima y en la sierra peruana. La magnífica puesta en escena de Retablo, la ópera prima de Álvaro Delgado Aparicio, pone el dedo en la llaga. A través de la historia del retablista de un pueblo ayacuchano, cuyo arte enseña pacientemente a su hijo Segundo, nos va mostrando la marginación y la idea de que los homosexuales corrompen al cuerpo social. En consecuencia, deben ser despreciados, repudiados, castigados y torturados.

 

El problema de fondo, sin duda, es religioso y cultural. “Tenemos miedo al sexo y nos cuesta aceptar que en ese incierto dominio hay opciones diversas y variantes que deben ser aceptadas como manifestaciones de la rica diversidad humana. Y que en este aspecto de la condición de hombres y mujeres también la libertad debe reinar, permitiendo que, en la vida sexual, cada cual elija su conducta y vocación sin otra limitación que el respeto y la aquiescencia del prójimo”, escribió Mario Vargas Llosa, en el 2012, a propósito de la muerte de un chileno gay, de 24 años, asesinado por un puñado de neonazis, en Santiago.

 

En fin. No dejen de ver Retablo. Es una película imprescindible.


                                                               Tomado de La República, 9 de junio del 2019