No comprendo la cabronada. Ni la mala leche. Tampoco tolero la doble cara y me enerva el juego estercolero de dañar honras con el único propósito de desacreditar. Pero nada. El Perú está preñado de gusarapos que viven de revolcarse en el fango.

Digo esto porque acabo de leer, con no poco suplicio, no les voy a mentir, los trece posts difamatorios que pergeña Luciano Revoredo, director de un portal mugroso denominado La Abeja, contra Paola Ugaz. Revoredo, cosa curiosa, se la da de intelectual, pero parece un intelectual con cerumen, y legañas copiosas, pues no entiende, o simplemente no le da la gana de escuchar ni de ver lo obvio, la verdad que está delante de él, casi reventándole en la cara. Revoredo prefiere repetir como una cacatúa las verdades de a puño que le ofrece Percy García Cavero, el denodado abogado del controvertido arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren, y de algunos intereses del Sodalicio en Piura. Prefiere eso, decía, a abrazar la verdad. Sus razones tendrá, supongo.

Basado en la sicología de turba y de la denigración, que anida en el corazón de esta web envenenada, Revoredo inicia en diciembre del 2018 una campaña en toda regla contra mi colega Paola Ugaz, coautora de Mitad monjes, mitad soldados, la investigación que ha gatillado este tipo de respuestas alocadas y oprobiosas contra quienes investigamos la cultura de abuso del Sodalicio.

Lo que hace Revoredo en su blog es defender al Sodalicio y al fujimorismo, porque, aunque no haya hecho el respectivo disclaimer, Revoredo es asesor de la bancada del keikismo, todo hay que decirlo. Y está vinculado, aunque lo niegue, a los actuales intereses de supervivencia del Sodalitium, jugando en tándem con abogados y “periodistas” y políticos ultraconservadores, que propalan devaneos tóxicos, que forman parte del remolino oscuro del encono nacional de toda la vida, y que siempre ha sido incapaz de distinguir matices. De otra forma no se comprende esta fijación cuasi enfermiza. 

Pero vamos a lo que le dice Revoredo a Paola Ugaz, entre diciembre del 2018 y septiembre del 2019. Vamos al rosario iterativo y sin sustento de adjetivos calificativos y difamatorios que no tienen que ver con opiniones ni con libertad de expresión, y que este individuo reitera, una y otra vez, como un farfullero narrador hípico.

Porque a ver. Revoredo le achaca a Ugaz “el fin de culpar al Sodalicio de Vida Cristiana –y en específico al obispo de Piura y Tumbes, Monseñor José Antonio Eguren, de estar coludido con una banda criminal (en Piura)”. Y de acuerdo a la particular hermenéutica de Revoredo, ello se debe a que Ugaz “responde a una agenda (…) para atacar a la Iglesia Católica”. Tal cual.

Más adelante, le endilga a Paola que es una “mentirosa compulsiva”. También hace de psicólogo y le diagnostica poseer una “personalidad mentirosa y manipuladora”. Para luego sugerir que es una “chantajista”.

En ningún caso es convincente en sus señalamientos, que son los mismos, si me apuran, que los empleados por el abogado de Eguren en el proceso que siguieron contra el arriba firmante en Piura, ciudad que suele estar envuelta en un sudario de bochorno.

Los “argumentos” de Revoredo no son muy surtidos, y, por cierto, no tienen nada de convincentes. Son, sencillamente, falaces, embusteros, tramposos, embarradores, falsos. Pero los machaca de mil formas en un estilo cansino y torpe, lo que explica, supongo, la casi nula lectoría de este portal.

Se aferra, por ejemplo, a la idea de que Paola Ugaz fue la productora oficial del reportaje que elaboró la cadena Al Jazeera respecto de las actividades del Sodalicio en Piura, denominado The Sodalitium Scandal, elaborado por los periodistas Daniel Yovera y Seamus Mirodan. Revoredo le endosa –en este caso le inventa- a Ugaz trabajos que nunca hizo, pues la periodista si bien participó en una breve entrevista sobre el negocio de cementerios del Sodalicio, así como proveyendo algo de información útil para el reportaje y la producción del programa, jamás fue la productora oficial o ejecutiva de dicha nota. Tanto es así, que nunca aparecen sus créditos en el informe periodístico. Nun-ca. Más todavía. Existe una carta de Al Jazeera, firmada por Diarmuid Jeffreys, el encargado de la versión inglesa de Al Jazeera, explicando nítidamente que la periodista peruana participó como entrevistada, y nada más.

“La Sra. Ugaz no ha formado parte de la producción del programa de la cadena Al Jazeera, ni ha tenido ninguna injerencia sobre los aspectos editoriales del mismo. El programa fue dirigido por el Sr. Seamus Mirodan y el reportero Daniel Yovera bajo la supervisión editorial de quien suscribe esta carta”.

Más claro, ni el agua. Y si tanto escozor le produce a Revoredo el contenido del reportaje por qué no cuestiona a Diarmuid Jeffreys, quien se reconoce a sí mismo como el responsable del informe investigativo. No lo hace, aparentemente, porque el objetivo es Ugaz. A ella es a quien hay que descalificar y desprestigiar y desautorizar y empañar y denigrar. ¿Por qué? Porque, supongo, Revoredo ya se enteró de que Paola está publicando un nuevo libro, esta vez sobre el dinero del Sodalicio. Y como buen valido de esta institución, procura estigmatizar a quien considera enemigos, o en este caso “enemiga”, de la organización de Figari.

Porque si fuera poco, la tilda de “tuitera de la corrupción”. “Ugaz miente abierta y descaradamente”, afirma audazmente Revoredo, como si tuviera dones telepáticos (que claramente no tiene), tratando de menoscabar la buena reputación de la cual goza Paola Ugaz, ganadora, dicho sea de paso, de varios premios nacionales de periodismo que jamás en su vida -puedo apostar- obtendrá un personaje de las características de Revoredo. “Es falso que ella no haya sido la productora (de Al Jazeera), miente sin rubor alguno”, insiste hasta el hartazgo el lenguaraz revoredo desde las sombras en las que habita. Pero lo más fuerte es cuando afirma gratuitamente que Paola Ugaz se puso al servicio de la corrupción”.

Y como quien lanza un navajazo sin riesgo, Revoredo, carente de fundamentos y argumentaciones, pretende equiparar un régimen disciplinario, como el que vivió Paola Ugaz cuando fue formada por el periodista Gustavo Gorriti, con las violaciones a los derechos humanos y vejaciones sin nombre perpetradas al interior de las comunidades del Sodalicio. “¿Por qué no denunció a Gorriti por abuso físico y psicológico? Educar a gritos y golpes, ¿le parece normal a la gran defensora de los abusados?”, chilla como velocirraptor un ridículo Revoredo.

En la misma línea de estas falacias que navegan por la cloaca de la farsa, nos llama a Paola Ugaz y al arriba firmante “Mitad corruptos, Mitad encubridores”, para luego esbozar vaguedades sin base ni sustancia. Y encima procura, en su anodino post, mezclar papas con camotes, sugiriendo incluso que mi colega forma parte de una “red de personas que se han asociado para cometer actos ilícitos”. Algo que, obviamente, es tan fantástico como falsario. Como el equivalente a sostener que “Revoredo es un intelectual”. O algo así. Figúrense.

Revoredo llega al paroxismo de prácticamente acusarla del “delito contra la Administración de Justicia pues habría dado un falso testimonio en un proceso judicial”. Se refiere al hecho de que, Paola Ugaz, cuando fue testigo en mi proceso en Piura aseveró, con toda la razón del mundo y la verdad de su parte, que no fue la productora del célebre documental investigativo de la cadena Al Jazeera.

La tozudez de Revoredo llega a niveles inusitados e inexplicables. Para cuando insiste en este absurdo –pues la carta oficial de Al Jazeera ha sido ampliamente divulgada para entonces-, hay otro hecho que llama la atención en ese proceso que le abren a Ugaz (otra vez desde Piura, curiosamente) y es que estamos hablando de algo que judicialmente ya no existe, pues ese proceso al que alude la nueva querella se extinguió con el desistimiento del arzobispo sodálite José Antonio Eguren.

La risible y bufonesca y fintera posición de Revoredo exige asimismo el retiro del reportaje de Al Jazeera de las redes, “responsabilidad que ha evadido reiteradamente”, añade dramáticamente este humorista involuntario en su ignorado portal. Como si Paola Ugaz fuese la propietaria o accionista principal de Al Jazeera, o de YouTube. O de qué sé yo.

Más todavía. Insiste engañosamente en otra nota de junio de este año que Ugaz “tiene casos abiertos que la vinculan con redes de corrupción”, cuando la periodista no tiene ningún expediente abierto que la conecte con corruptela alguna.

Y luego ya se vuelve más tedioso y letárgico y monótono e indigesto que lo acostumbrado, que no es moco de pavo, la verdad. Vuelve con la cantinela de la “falsedad genérica” y la historia de que “el ciudadano Alberto Gómez de la Torre Pretell” es una víctima de Ugaz. Y que por culpa de esta última su vida se ha vuelto un “calvario” y no para de recibir “amenazas de muerte para él y su familia”, y que patatín y patatán.

Y en el colmo de la conchudez, ¡¡¡Revoredo demanda a Ugaz por difamación!!! En serio. Según Revoredo, porque la galardonada reportera dijo en una entrevista que su portal le había dicho “fea, bruta y tonta” -metáfora que todo el mundo, desde aquí hasta Ganímedes, entiende como que “le han dicho de todo”-. “Las afirmaciones de Paola Ugaz han tenido un impacto en mi buen nombre e inclusive buscan desestabilizar mi vida profesional y familiar”, dice como un zángano que solo sirve para zumbar junto a la colmena.

¿Qué busca conseguir un narcisista desaforado y con el ego más masajeado que las tetas de Dolly Parton con este acoso obsesivo contra Paola Ugaz? 

Pues hasta el momento, lo único que estamos viendo en esta exhibición de textos insolventes y carentes de un mínimo de ética, es una incongruencia hostil con el aparente propósito de desacreditar a una periodista que tiene las credenciales suficientes para ubicarse en el lado del periodismo honesto y corajudo. Algo que no podría decirse del propio Revoredo, adivinarán.

Lo inquietante es que Revoredo es solo un síntoma. Pues el asedio se inició, como es público, con la querella interpuesta en octubre del 2018 por José Antonio Eguren, miembro de la denominada “generación fundacional” del Sodalicio, organización que ha hecho mutis respecto de estas agresiones que dan la impresión que están asociadas a esta. 

Como sea. Luego de que Eguren se vio obligado a desistir debido a un ultimátum que le vino “de arriba”- a Paola Ugaz le siguió una denuncia de un tal Edgardo José Palomino Martínez sin pies ni cabeza. Y a ello le siguió la denuncia judicial de Alberto Gómez de la Torre, que ya hemos comentado (dicho sea de paso, la fiscal Huaylinos Silva, debido a la apertura de este caso, empezó a ser investigada por “mala praxis procesal”. Y a ello se le sumó la demanda del diligente y tenaz Revoredo. Y a ello hay que añadirle declaraciones tramposas y mañosas y logorréicas de representantes del fujimorismo en sus medios serviles. Ataques que repiten lo que estamos comentando, sin ingenio y sin gramática, y con desplantes de fanáticos. Y con la desvergüenza más absoluta, déjenme añadir.

Como escribió alguna vez Mario Vargas Llosa en un texto para la revista Caretas, cuando decidió responder a un adversario de espíritu alacranesco: “No se puede reprochar a nadie ser cursi, tonto o demente (a lo más cabría recomendarle no exhibir semejantes limitaciones con tan manifiesto impudor). Pero ser payaso, torpe y gárrulo no excusa el ser vil”.

Y no me digan que no hay algo de eso, o bajeza, o alevosía, o abyección, en esta andanada inexplicable de bolsas de caca arrojadas con exacerbada animosidad contra Paola Ugaz desde esa cosa facciosa que podríamos bautizar como “sodafujimorismo”.